Sobre la hojarasca

El latido de tu corazón comienza a sofocarte. Sientes los violentos martillazos en el pecho. Tratas de controlar tu respiración, pero por más que te esfuerzas se te escapa del cuerpo como bufidos estruendosos y delirantes. Contrólate. Respira profundo. Tranquilo. Sin embargo, cualquier intento por serenarte naufraga en la excitación y el nerviosismo. Estás totalmente exasperado. Caminas lentamente con tus sentidos agudizados. Todos los sonidos estallan con una nitidez increíble en tus oídos. Comienzas a creer que estás haciendo mucho ruido y aún te quedan diez metros por recorrer para estar a buena distancia. Y tu aliento como una tormenta, y tu palpitar como un terremoto. Mas nada truena como la hojarasca bajo tus pies, bajo tus botas. Eres un cazador. Caminas lentamente sobre la hojarasca. Cinco metros más por recorrer. Debes llegar a esa roca grande para poder mampostearte. Y llegas. Y ahí está… con toda su belleza y esplendor, imponente, ocupando todo el universo y absorbiendo toda la existencia. Lo vislumbras detenidamente, casi perplejo; te desconcierta tanta inmensidad y hermosura. Por un instante olvidas la impetuosa fogosidad. Luego apuntas.

jueves, 26 de mayo de 2016

Cacería de borrego dall en Alaska


Primera parte

"The mountain will decide, my friend. The mountain always decides who gets a sheep and who doesn't", dijo Steve Johnson instantes prior a apagar su lámpara de cabeza, cerrar su libro y acomodarse en la bolsa de dormir para caer en un largo y profundo sueño.


Así que la montaña decidiría; que la montaña siempre decide quién caza y quién no caza un borrego. Esa fue la enseñanza que lanzó Steve, mi guía, a modo de despedida, a modo de buenas noches, previo a emitir sus sonoros ronquidos, que dentro de la pequeña Hilleberg que compartíamos él y yo, junto con su 'packer', Jason, tronaban como rugidos estruendosos y escalofriantes. Sin embargo, el motivo por el cual yo permanecí despierto mientras que mis compañeros roncaban y dormían agotados, no era el ruido, sino la tormenta de cavilaciones e ideas que me embargaron yaciendo boca arriba, sumido en la más honda de las oscuridades, con el cierre del 'sleeping bag' hasta la barbilla y sintiendo los alfileres del frío en los pómulos.


Dichos pensamientos fueron provocados por la conversación parca que sostuvimos antes de acostarnos; pues Johnson nos había contado cómo la montaña es una especie de dios justo que cede sus frutos a quienes los merecen. Para este hombre la cacería en la cordillera de Alaska, actividad que lleva practicando durante décadas, va íntimamente vinculada con el karma del cazador. Es decir, los cazadores buenos cazan; los cazadores malos, no. Buenos o malos, en el sentido de sus actos en la vida, no de su destreza para cazar. O por lo menos así sucede la mayoría de las veces, según contó mi guía.

Entonces, ¿cómo se desenlazaría mi expedición? ¿Cómo andaba yo de karma en esos días? Siempre he sido especialmente escéptico en estos temas, por eso la filosofía karmática de las alturas me mantenía en constante reflexión. Y es que nunca me he considerado una persona mala, y no obstante ello he regresado de numerosas cacerías sin haber cazado nada. Y hasta ese momento, hasta esa noche, que era la octava de mi cacería, la montaña se me había antojado hermética, desairosa. Nos cerraba el paso durante horas al zaguán que da a su morada, vistiéndose con una cota de malla de neblina infranqueable.


Nos había sido imposible en días anteriores ver muchos borregos, pues las montañas los escondían detrás de nubarrones; y no sólo eso, nos ahuyentaban de ellos disparando contra nosotros tormentas de nieve, lluvia y granizo, y exhalando helados ventarrones que hacían que pasáramos horas frías, muy frías, inmóviles, esperando a que el día se abriera. Mas los días no abrían. Y cuando lo hacían, se despejaban por lo que parecían segundos únicamente. Recibíamos luz de sol como limosnas, migajas de calor, sobras de cielo azul.

El clima estaba siendo un problema. Lo fue desde el inicio del viaje, pues desde el día uno el clima no permitió que nos volaran de Anchorage al campamento base a la hora acordada. No fue sino hasta cinco horas más tarde de lo principalmente planeado que aterrizamos al lado del Río Copper, para conocer al equipo comandado por Steve Johnson. Aquél también se integraba por Spencer, hijo de este último, Mike y su hijo Hunter, quienes se encargarían de guiar a mi primo Baltasar que quería cazar un moose; Johnny y Daniel, otros guías de alce que se ocuparían en guiar a Sebastián. Armando y yo, saldríamos con Steve y Jason esa misma tarde en un ultra ligero a la cima de las montañas en busca de borregos dall.


Y salimos. El pequeño y frágil Piper PA-18 Super Cub despegó a los pocos segundos de haber arrancado el motor. Pocos metros le fueron suficientes para despegar. Y ascendió por encima de las nevadas cumbres con rumbo al campamento remoto donde pasaríamos la primera noche. Y si bien el avioncito parecía inseguro y escalofriante; no obstante, su vuelo resultó suave y regular. No se agitó como me imaginé lo haría. Por eso cuando abordé, mis piernas temblaban un poco. Pero pasados un par de minutos de vuelo, me distraje conversando con el piloto, entre el ronroneo de la aeronave, y buscando desde el helado cielo azul puntos blancos en las montañas a los cuales con posterioridad pudiésemos dar caza. Y sí vimos dos grupos de borregos desde el avión; mas la nueva ley prohíbe acercarse a ellos usando cualquier medio de transporte. Dicha ley tenía meses de haber entrado en rigor, y no fue hasta los días siguientes cuando maldije a los legisladores que se encargaron de hacernos a los cazadores las cosas más difíciles—mucho más difíciles—, con esa nueva prohibición.


Después de unos minutos de haber despegado, el ultra ligero aterrizó suavemente en un collado. Ahí se encontraba Steve, que terminaba en esos momentos de montar el campamento remoto donde pasaríamos la primera noche, y quizás dos más.

El frío aún no arreciaba. De hecho, el clima se sentía fresco bajo las capas de lana de la ropa que llevaba puesta. Yo no temblaba, ni mi cuerpo sentía ganas de temblar. Al contrario: me sentía entusiasmado y en la sangre un calor de emoción y expectativa me calentaba el pecho. Eran alrededor de las cinco de la tarde y todavía se veían iluminadas las cumbres nevadas de las montañas por los últimos rayos de sol, que las pintaba color bergamota y carmesí.


Faltaban por llegar Armando y Jason. Encendí un cigarrillo y comencé a hacerle plática a Steve. Más que una conversación, fue la típica entrevista que hacemos los cazadores a nuestros guías en la víspera del primer día de cacería: ¿qué tal va la temporada? ¿Cómo se cazan estos borregos? ¿Qué opinas del calibre que traigo? ¿Cómo les ha ido a los demás? ¿Qué tasa de éxito maneja tu compañía en cuanto a la cacería de borregos? ¿Qué podemos esperar de esta aventura?

Yo seguía sin creérmelo. Por fin me encontraba en las montañas, rodeado de quiméricos e invisibles borregos, otrora sueños e ilusiones lejanas y pasados. Por fin el ideal había devenido realidad: en cuestión de horas daría el primer paso, con mi mochila a la espalda, en busca de mi borrego en la cordillera de Alaska, mejor conocida como el ‘Alaska Range’. Sabía que no iba a ser fácil, sobre todo por lo que implica caminar durante todo el día cargando con el equipo completo. Sin embargo, me había preparado bien. En semanas anteriores me dediqué a visitar el Tepozteco, los Dínamos, el Desierto de los Leones, el volcán Xinantécatl, el cerro Ajusco, siempre con mi mochila de ochenta y seis litros completamente llena. Es decir, para el mejor desarrollo de mi entrenamiento, hice mi maleta unos meses antes del viaje para poder ejercitarme con ella en todo momento.

 

Recuerdo con especial cariño la expedición al Nevado de Toluca. Fue una fresca mañana de agosto; Armando Klein, Graciela y yo despertamos a eso de las cinco de la madrugada, y de pronto, un par de horas después, nos encontrábamos en la falda de tan bello volcán. La idea era subir desde la Caseta de los Venados hasta los cráteres. A las siete de la mañana, mochilas a la espalda, inició el asenso.

Era la primera vez que subía una montaña de verdad. Me acuerdo que cuando tomamos la primera vereda que conduce al camino, hacia las antenas, habíamos olvidado usar nuestros walking poles. No fue sino hasta recorridos unos trescientos metros cuando Armando y yo nos percatamos que estábamos paseando— ¡Cargando!— tan fundamental accesorio para subir una montaña. Nos detuvimos, y luego de un par de minutos que nos tomó aprender a armarlos, los empezamos a usar. “Son a prueba de naco”, me dijo Armando, cuando me vio batallar con los palos. Yo me reí y le menté la madre. Sin embargo, no erraba: no podía armar los mentados poles.

Una vez armados y luciendo como verdaderos alquimistas, retomamos nuestro camino.

Huelga mencionar que ni Graciela ni Armando ni yo habíamos estado antes en el Nevado de Toluca. E irresponsablemente subíamos sin guía ni mapa ni GPS ni nada. ¿Qué podía pasar? ¿Qué no todo el mundo sube fotos a redes sociales posando con sus perros, novios, novias, amantes, en los cráteres? Sí. No obstante, muchas de esas personas —la gran mayoría— no escalan desde la Caseta de los Venados. Dirían en mi pueblo: pequeño detalle… Pues hay una diferencia de muchos kilómetros entre empezar desde la caseta o iniciar el asenso desde ‘las antenas’ o el albergue.

Atacamos los senderos que te llevan a ese magnífico llano, conocido como el Parque de los Venados, que termina en donde se yerguen los riscos del cráter. Esa parte del camino es algo empinada y lodosa; pero conduce a uno de los puntos más bellos del recorrido. Porque al llegar uno al llano, al parque, se sorprende con el escenario. Las vistas son esplendorosas, el aire que se respira es fresco y el terreno no aparenta ser accidentado. Por eso justamente ahí decidimos improvisar un frugal picnic y echarle diente a los sándwiches que llevábamos cada quien en su mochila. Nos supieron a gloria. Una gloria que pronto se desmenuzaría con cada paso inclinado, titubeante, que habríamos de dar, uno por uno, para llegar a los cráteres.


El trecho que conduce al cráter del Xinantécatl, hombre desnudo en náhuatl, significó la prueba de oro previo a la cacería de borrego en Alaska. Prueba que superamos con creces, pues recorrimos los cerca de 21 kilómetros que separan el Parque de los Venados de las lagunas del Sol y de la Luna, siempre custodiadas por los picos del Águila y del Capitán, que en ese entonces no vestían su habitual ajuar de gala, ya que nos estaban cubiertos de nieve.

 

Durante toda mi cacería pensé en mi entrenamiento. Recuerdo que el primer día, luego de cuatro horas de caminata cuesta arriba, con los músculos de la espalda ardiendo en llamas y el rostro empapado en sudor, me dije a mí mismo, si pudiste hacer esto a cuatro mil seiscientos metros sobre el nivel del mar, lo puedes hacer aquí en Alaska. 


Esa primera salida me estaba destrozando. Pero cuando las rodillas no pueden, siempre tiene que entrar la mente al quite. Iba por mi segundo aire. Y justo cuando tomé, me percaté que Steve se tiró al suelo y en cuestión de segundos tenía el spotting scope listo. Con los latidos del corazón tronando como percusiones de artillería no lo alcancé a escuchar bien. Pero estaba seguro que lo que sus labios decían era: “three rams". Tres carneros. 



Continuará.

lunes, 9 de mayo de 2016

Ecoturismo y Turismo Cinegético: diferencias, contrastes y complementariedades


José Guadalupe Luna Vázquez

Dentro del turismo existen dos ramas principales, una, el turismo “tradicional”, el cual se desarrolla en torno a zonas urbanas, monumentos, sitios históricos, playas y zonas arqueológicas; y la otra rama, el turismo “alternativo”, que se desarrolla en zonas naturales y el cual a su vez está conformado por tres tipos de turismo que son: el ecoturismo, el turismo de aventura y el turismo rural, y es dentro de este último en el que encontramos al turismo cinegético.

El turismo de aventura es un tipo de turismo que implica exploraciones o viajes con una percepción y, posiblemente, existencia real de riesgos, y que potencialmente requiere de destrezas especiales o de ciertas condiciones físicas y se desarrollan en un ambiente natural. Incluye actividades como montañismo, senderismo, rappel.

El turismo rural son actividades que se desarrollan en un ambiente agreste, habitualmente en pequeñas localidades (menores a los 1000 o 2000 habitantes), o fuera del casco urbano en localidades de mayor tamaño. Las instalaciones suelen ser antiguos caseríos que, una vez rehabilitados, reformados y adaptados, suelen estar administrados familiarmente, ofreciendo un servicio de calidad, en ocasiones por los mismos propietarios. Las actividades del turismo rural van desde el agroturismo, el cual ofrece actividades relacionadas con el mundo agrario y rural: alimentación con productos de cosecha propia, alquiler de caballos, viajes en carro, etc. (Ref 1), y donde es ciertamente impactante ver el grado de lejanía que ha alcanzado la cosmovisión de la vida en la ciudad a la del campo: mientras que un jornalero trabaja cosechando para recibir un pago, un turista citadino paga por  la experiencia de cosechar.

Hasta el ictioturismo el cual consiste en la pesca lúdica o deportiva y, por supuesto, el turismo cinegético el cual consiste en el aprovechamiento de un ejemplar de fauna silvestre por medio de la caza y en el cual según SEMARNAT y Conafor (2009: p.11): ofrece recreación y experiencias cuyo valor sobrepasa el precio comercial de las presas obtenidas, tal como sugiere el llamado valor cinegético de una especie. El valor material del producto de la caza, y los rasgos biológicos del animal, hacen de su búsqueda y captura, un reto y experiencia interesantes.

La Sociedad Internacional de Ecoturismo (TIES) define ecoturismo como "un viaje responsable a áreas naturales que conservan el ambiente y mejoran el bienestar de la población local" (Ref 2). El genuino ecoturismo debe seguir los siguientes siete principios, tanto para quienes ofrecen los servicios como para sus beneficiarios:
1.- Minimizar los impactos negativos, para el ambiente y para la comunidad que genera la actividad.
2.- Construir respeto y conciencia ambiental y cultural.
3.- Proporcionar experiencias positivas tanto para los visitantes como para los anfitriones.
4.- Proporcionar beneficios financieros directos para la conservación.
5.- Proporcionar beneficios financieros y fortalecer la participación en la toma de decisiones de la comunidad local.
6.- Crear sensibilidad hacia el clima político, ambiental y social de los países anfitriones.
7.- Apoyar los derechos humanos universales y las leyes laborales.

Principios que en mayor o menor medida pueden estarse cumpliendo causando algún tipo de bienestar social, pero en cuanto al apoyo a la conservación de la fauna silvestre y sus hábitats concretamente, poco es lo que tiene de relevante por las razones expuestas a continuación.
El ecoturismo se realiza casi exclusivamente en áreas protegidas con un valor escénico y paisajístico excepcional, pues para realizar esta actividad es necesario identificar y agrupar áreas con potencial turístico, es decir, zonas en las que existen primeramente, atractivos turísticos suficientes, en términos de calidad y cantidad, como para justificar el desarrollo de la actividad (Báez, 2003: p. 51), dicho de otro modo, todo paisaje sea rural, natural o urbano tiene ya un valor escénico intrínseco, así que, ¿porqué cobrar el disfrute de un paisaje natural en particular?, pues porque éste debe tener un reconocimiento de características únicas que lo hacen atrayente, tal es el caso de las reservas de la biósfera que son matrimonio natural de la humanidad en nuestro país (el pinacate y desierto de altar, el vizcaíno, islas del golfo de California , la reserva de la mariposa monarca y shian ka´an),  pero las reservas de la biósfera ni cualquier tipo de área protegida se crean sólo por valores escénicos o para atraer turistas.

Los datos en nuestro país proporcionados por CONABIO y PROFEPA (Ref 3), tanto como los arrojados a nivel mundial  señalan que en la actualidad la causa principal de la pérdida de la biodiversidad es la destrucción de los ecosistemas, provocada principalmente, por su transformación a campos agrícolas y potreros. Le siguen en importancia la sobreexplotación de las poblaciones para su consumo o comercio, que en muchos casos se realiza de manera ilegal, la introducción de
especies exóticas y el cambio climático global (donde en ningún momento el aprovechamiento racional, controlado e informado de los recursos naturales renovables tales como la organización cinegética figuran entre estas causas). Ante este problema, se han creado las áreas naturales protegidas, que a nivel mundial siguen el siguiente esquema de zonificación (Ref 4) para protegerlas de la “presión” ejercida por las actividades antropogénicas:

El área central o núcleo que es un área legalmente establecida y que da protección a largo plazo a los paisajes, ecosistemas y especies que abarca. Debe ser lo suficientemente grande para cumplir con estos objetivos de conservación, ya que el grado de la presión ejercida por las actividades humanas a las áreas protegidas es inversamente proporcional al tamaño del área protegida misma, es posible que haya varios núcleos en una sola área protegida para asegurar una buena representación del mosaico de sistemas ecológicos. Normalmente, en el núcleo no se realiza actividad humana alguna, excepto actividades de investigación y seguimiento y, en ciertos casos, actividades de recolección tradicional por parte de las comunidades locales, así que se puede decir que el área núcleo es la “verdadera“ área protegida.

La zona de amortiguamiento es aquella que está claramente delineada y que rodea o es contigua al núcleo. Las actividades que se organicen aquí no deben entorpecer los objetivos de conservación del núcleo sino más bien ayudar a protegerlo, de aquí la idea de amortiguar la presión ejercida por las actividades humanas afuera del área protegida. Es aquí donde se puede realizar la actividad cinegética o el ecoturismo u otras actividades como pueden ser un área para investigaciones experimentales para, por ejemplo, descubrir maneras de gestionar la vegetación natural, terrenos agrícolas, bosques, pesquerías, con miras a mejorar la producción de alta calidad al tiempo que se conservan, lo más que se pueda, los procesos naturales y la biodiversidad incluyendo los recursos de suelo. Igualmente, también es posible realizar experimentos en la zona de amortiguamiento que exploren cómo rehabilitar las áreas degradadas.

El área exterior de transición, o área de cooperación que se extiende hacia el exterior del área protegida, es aquella en la cual puede haber actividades agrícolas diversas, asentamientos humanos y otros usos. Es aquí donde las poblaciones locales, agencias de conservación, los científicos, las asociaciones civiles, los grupos culturales, las empresas privadas y otros interesados laboran conjuntamente para gestionar y desarrollar sosteniblemente los recursos de la región para beneficio de las personas que viven en el lugar. Teniendo en cuenta el rol que las áreas protegidas deben jugar en la promoción de la gestión sostenible de los recursos naturales de la región donde se encuentran situadas.

No obstante, en un área protegida que sólo realiza actividades ecoturísticas, en términos de fauna silvestre eventualmente se presentarán dos problemas: sobrepoblación y endogamia. Esto es debido a que las áreas protegidas crean “islas”, puesto que, si bien, son áreas en las que el cambio de uso de suelo se ha detenido, éstas se aíslan de otras áreas naturales a consecuencia del esquema de zonificación explicado arriba causando interferencia en los procesos ecológicos que regulan las poblaciones y cortando el flujo de genes entre éstas, ya sea de una o varias especies dadas. Es bajo la primicia de este problema, y basado en la teoría del equilibrio de biogeografía de islas postulada por MacArthur y Wilson en los años 60 del siglo XX (Ref 4) que se crea la necesidad y se fundamenta respectivamente la idea de “Corredor Biológico”. La definición de corredor biológico puede cambiar según los años y el autor que se trate, pero su función es siempre la de crear conectividad entre áreas protegidas para facilitar el flujo de genes creando poblaciones de fauna silvestre con suficiente variabilidad genética para ser viables.

Pero, ¿Por qué no surgen estos problemas en UMAs o en ranchos cinegéticos o en cualquier sistema de producción agrosilvoforestal (como la dehesa) en los que se realiza actividad cinegética?

¿Por qué no surge la necesidad  de un corredor biológico en este tipo de sitios?

Pues no surgen en razón de que las actividades ecoturísticas, aun las que están basadas en la fauna, como la así llamada “cacería fotográfica”,  la toman sólo como un recurso escénico del paisaje y dan valor sólo al concepto de su belleza, este aprovechamiento tan superfluo no genera un manejo de poblaciones, ni un manejo de hábitat o, de ser necesario, un mejoramiento de hábitat, con fotografías tampoco se llenan los bancos de germoplasma, los cuales son la herramienta definitiva para asegurar la variabilidad genética de una especie de manera ex situ, ni crea la necesidad de la continua regeneración de la fauna como un negocio rentable. El manejo de hábitat continúa siendo en este tipo de aprovechamiento un gasto para la institución gubernamental correspondiente y por ende, para la sociedad, en resumidas cuentas, la naturaleza es más que bellos paisajes y la gestión ambiental es más que tomar fotografías.

Caso contrario, sea en un área de amortiguamiento o en lugares como los citados arriba, la actividad cinegética da valor no sólo al concepto de belleza, sino que dota a cada ejemplar de fauna silvestre susceptible de aprovechamiento de un valor económico evidente, causando que los productores agropecuarios convencionales puedan ofertarlos produciendo una diversificación de sus actividades económicas, es decir, produce una diversificación de las actividades productivas del campo, así como una socialización de los recursos naturales y un empoderamiento por parte de las comunidades rurales, las cuales son siempre las más marginadas y olvidadas tanto de nuestro país como a nivel mundial.

A su vez, al ser la actividad cinegética del orden extractivo, en virtud de poder seguir ofertando la fauna, crea en las personas, comunidades u organizaciones del ámbito rural la necesidad de su continua regeneración para su aprovechamiento futuro, haciendo que estas personas conciban los esfuerzos de conservación de la fauna silvestre y sus hábitats dentro de sus deberes inmediatos, y como elemento principal de su bienestar y desarrollo. Convirtiendo a la conservación, de una actividad que en mayor o menor medida depende de donativos o del altruismo de algunos, a ser una actividad económica rentable. Lo cual coincide con lo postulado por el Safari Club International (S.C.I.) en (Bournissent, 2014: p. 30):

Sólo la explotación económica de la fauna silvestre puede actuar en su preservación, ya que el interés de los dueños de la tierra únicamente coincidirá con la supervivencia de la fauna salvaje si obtiene un provecho de ella. De otra forma procurará eliminarla para que no perjudique su explotación agropecuaria

Es por este cúmulo de razones que se puede afirmar que la actividad cinegética es un medio legítimo de conservación como ya lo habría sugerido Zaccagnini y Veturino (1992) “...la caza deportiva manejada sustentablemente sería una medida de conservación más “realista” y exitosa que la mera prohibición, pudiendo generar una importante cantidad de recursos para la región” (Ref 5). Y quizá, de hecho, es factible decir que es el segundo mejor método de conservación sólo después del control demográfico mundial, cuestión en la que siempre se hace poco o nulo hincapié al hablar de conservación.

Es en esta cuestión del número de personas, en la cual las actividades ecoturisticas también pueden resultar contra producentes en su objetivo general  que es la conservación. Se ha argumentado que el ecoturismo, al ser una actividad para todo público, esto es, un mercado abierto y la actividad cinegética, al ser dirigida a un público especifico, es decir, un mercado mucho más reducido, el ecoturismo genera mucho más dinero. Pero aun bajo este supuesto, es necesario comprender que ya no es una cuestión de dinero, sino de qué produce ese dinero.  Los ingresos  del ecoturismo pagan el sustento de las personas que se dedicaban a las actividades agropecuarias convencionales en la región natural que cumple con los suficientes atractivos turísticos a condición de que ya no exploten los recursos de la misma, es decir, estas personas pasan de dedicarse a una actividad primaria (agropecuaria) a una actividad terciaria (servicios), así se detiene el cambio de uso de suelo, hasta ahí bien, pero con todo lo expuesto hasta ahora es claro que hablando en términos de conservación de la fauna, esto es insuficiente. La conservación de la naturaleza necesita más que un cambio de sector productivo, necesita una forma distinta de relacionarse con los recursos naturales que no implique la destrucción de ecosistemas enteros. Todos los satisfactores, de todo tipo, que consume la sociedad vienen en última instancia de los ecosistemas, es por esta razón que la medida de conservación definitiva es el control demográfico, de igual manera es por esto que necesitamos que la gente del ámbito rural se dedique al campo y no a atender turistas, ya desde aquí, la idea que podrían sostener algunas personas de que el futuro de la conservación es convertir a los ecosistemas en parques de diversiones, y que inclusive enarbolan esta idea como bandera, no es viable. Asimismo actualmente hay autores, organizaciones y personas que quieren hacer pasar el ecoturismo como un turismo de masas, cuando no lo es, no hay ninguna razón por la cual un turista cinegético (cazador) esté en contra del ecoturismo o no pueda disfrutar de sus actividades, no obstante, es necesario ser conscientes de que mientras más personas haya en un área natural, mayor es la presión ejercida al área misma, pasa lo mismo con zonas arqueológicas y sitios históricos, el propio vaivén de las personas deteriora estas áreas, de igual manera las actividades y la infraestructura utilizada en el ecoturismo para recibir un número elevado de personas será contraproducente entorpeciendo los objetivos de conservación.

La actividad cinegética, por su parte, y aun siendo un nicho más reducido, ofrece una actividad económica que no depende de la modificación del ambiente para producir satisfactores, sino todo lo contrario, depende de un manejo de hábitat previo para su ejercicio, el precio de un cintillo detiene el cambio de uso de suelo en una región, paga el manejo de hábitat del año en curso y estimula el del año próximo, a su vez el propio ejercicio de la actividad cinegética es el causante del control de poblaciones y la variabilidad genética, pues como ya se ha explicado, no podríamos, por ejemplo, tomar fotografías de un ejemplar hasta que le cambien los genes. Procurar la variabilidad genética y el control poblacional se da a partir de la extracción selectiva de ejemplares específicos por medio de la actividad cinegética, cosa que no se logra por medio de la depredación natural ya que un depredador no pude ser selectivo con su presa, sólo un cazador puede. Es por esto que se nulifica la necesidad de crear un corredor biológico en UMAs y ranchos cinegéticos e inclusive bajo la decisión de crear uno, estos sitios dedicados a la actividad cinegética son necesarios para crear la conectividad, ya que detienen el cambio de uso de suelo entre un área natural y la otra(Ref 6). Por estas razones se puede decir que sólo el dinero generado a través de la organización cinegética es en realidad dinero “ecológico” o dinero “verde” si se prefiere, aunque a decir verdad, los efectos positivos de la caza regulada no son nada nuevo ni cosa del otro mundo, las culturas precolombinas de Norteamérica, famosas por su conexión “mística” con la naturaleza, no conocían el concepto de actividad pecuaria, todos los satisfactores de origen animal (de consumo, textiles, medicinales, etc.) que producían lo hacían por medio de la caza, cuestión que se fundió junto con sus creencias mágico-religiosas, creencias muy respetables en tanto en cuanto son cultura, pero una vez secularizado de este tipo de temáticas y quedándonos sólo con los aspectos técnicos se da cuenta de que no se trata nada más ni nada menos que de una cuestión de administración del ambiente. Aspectos apreciables en el libro: “The Ecological Indian: Myth and History” de Shepard Krech.

Sin embargo, contrastando con todo lo dicho hasta ahora, las aportaciones a la conservación y al bienestar social que produce el ecoturismo no concebido como un turismo de masas en los lugares donde se aplica, no tienen razón de ser despreciadas, y en el lado contrario, la actividad cinegética tampoco es una panacea, como lo indica propiamente SEMARNAT y Conafor (2009: p.12): “ la Fauna Silvestre es el menos apreciado de los recursos naturales renovables, porque no genera ganancias comparables con las de recursos pesqueros o forestales, con muy pocas excepciones. Por lo tanto, la Fauna Silvestre casi nunca es la base del desarrollo regional. Sin embargo, cuando se maneja debidamente, puede constituir un importante recurso complementario en grandes extensiones.” Esto es debido a que los satisfactores generados por los medios de producción alternos en los que figura la organización cinegética no alcanzan a cubrir la demanda de los mismos, siendo éste otro modo de llegar a la conclusión de que el instrumento definitivo de conservación es disminuir la demanda de estos satisfactores, lo cual sólo se podrá llevar a cabo teniendo control en el crecimiento demográfico mundial.

No se trata de que un tipo de turismo sea mejor que el otro, sino de, ¿dónde conviene más un tipo de aprovechamiento?, ¿dónde conviene más el otro?, ¿en qué regiones pueden darse ambos o ninguno?, ¿cómo pueden o deben complementarse uno al otro? En la medida en la que sepamos contestar correctamente a estos cuestionamientos, podremos decir que estamos propiciando un desarrollo sustentable en nuestro país. Es aquí donde es conveniente citar a Marco Tulio Cicerón, escritor, orador y político romano:

“No hay cosa que los humanos traten de conservar  tanto, ni que administren tan mal, como su propia vida”.

De las palabras de Cicerón se pueden rescatar dos puntos muy importantes para las cuestiones que se están tratando aquí, el primero, es que si el hombre puede jactarse de administrar y construir grandes empresas millonarias y poderosas naciones, en primera instancia, también debería jactarse de administrar su propia vida en función de ser armónica con su entorno. Siendo esto, aunque ya sea insistencia, la medida definitiva de conservación. El segundo,  la interrelación que deben guardar el ecoturismo y el turismo cinegético, así como la consigna que debe guardar el ecoturismo para no desviarse de su objetivo principal que es la preservación de la naturaleza:

“La conservación de nada sirve sin administración”


BIBLIOGRAFÍA

Semarnat ; Conafor. (2009), Manejo de Vida Silvestre, Gerencia de Educación y Capacitación, Guadalajara.
Bournissent, M. (2014), Turismo Cinegético: Desarrollo y Potencialidad en La Provincia de Santa Fe, Universidad Abierta interamericana, Santa Fe.
Báez, A. y Acuña, A. (2003), guía para las mejores prácticas de ecoturismo en áreas turísticas, Comisión Nacional para El Desarrollo de Los Pueblos Indigenas, México.

REFERENCIAS (en linea)
1.- Royo-Vela, Marcelo. “Rural-cultural excursion conceptualization: A local tourism marketing management model based on tourist destination image measurement”. Tourism Management, 30(3): 419-428, 2009.
2.-  http://www.ecotourism.org/what-is-ecotourism Definición tomada del sitio oficial da International EcotourismSociety (inglês) 24-12-2007
3. - http://www.semarnat.gob.mx/archivosanteriores/informacionambiental/Documents/05_serie/yelmedioambiente/3_biodiversidad_v08.pdf
4.- http://www.sinac.go.cr/corredoresbiologicos/documentacion/guia_oficializacion.pdf
5.-  Zaccagnini, M. E. y J. J. Veturino, 1992. Ducks in Argentina – a pest or a tourist hunting resource? A lesson for a suitainable use.
6.- http://www.biodiversidad.gob.mx/corredor/cbmm/DOC/31_105.pdf

TEXTOS SUGERIDOS (en linea)
http://ictur.sectur.gob.mx/pdf/estudioseinvestigacion/segmentosyproductos/productos/Turismo_Cinegetico.pdf
http://imgbiblio.vaneduc.edu.ar/fulltext/files/TC115800.pdf
http://132.248.9.195/ptd2013/abril/305155960/305155960.pdf
http://www.biodiversidad.gob.mx/especies/especies_priori/fichas/pdf/pace_berrendo.pdf