Sobre la hojarasca

El latido de tu corazón comienza a sofocarte. Sientes los violentos martillazos en el pecho. Tratas de controlar tu respiración, pero por más que te esfuerzas se te escapa del cuerpo como bufidos estruendosos y delirantes. Contrólate. Respira profundo. Tranquilo. Sin embargo, cualquier intento por serenarte naufraga en la excitación y el nerviosismo. Estás totalmente exasperado. Caminas lentamente con tus sentidos agudizados. Todos los sonidos estallan con una nitidez increíble en tus oídos. Comienzas a creer que estás haciendo mucho ruido y aún te quedan diez metros por recorrer para estar a buena distancia. Y tu aliento como una tormenta, y tu palpitar como un terremoto. Mas nada truena como la hojarasca bajo tus pies, bajo tus botas. Eres un cazador. Caminas lentamente sobre la hojarasca. Cinco metros más por recorrer. Debes llegar a esa roca grande para poder mampostearte. Y llegas. Y ahí está… con toda su belleza y esplendor, imponente, ocupando todo el universo y absorbiendo toda la existencia. Lo vislumbras detenidamente, casi perplejo; te desconcierta tanta inmensidad y hermosura. Por un instante olvidas la impetuosa fogosidad. Luego apuntas.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Caceria de gangas en Jalisco

Dr. Stan Mendoza

Voy con la emoción al tope desde mi traslado a Guadalajara por varios motivos...

El primero:  vamos a festejar el cumpleaños a mi hermano y compañero de varias cacerías. Le dicen "Pancho".

El segundo: a darle inicio formal a la temporada de cacería.

Como una tradición con mi hermano, desde hace 6 años vamos a una UMA en Capilla de Guadalupe, Jalisco, a las no tan populares gangas.


¿Por qué digo "las no tan populares"? Por lo siguiente:

No cualquiera tiene el gusto de dar esas caminatas tan extensas en forma de 'peine'—cuando vas en grupo—, por más de cinco horas con las botas mojadas, recorriendo aproximadamente 15 a 25 kilómetros  de planicies de yerbas que dan a la rodilla, en partes con espinas, lluvia, lodaceras y cruces de arroyos, para sólo tener suerte de ver algunas cuántas y si hay mucha suerte y habilidad, lograr tumbar hasta una docena de ellas, las gangas.


Es realmente un esfuerzo fisico muy grande el que se requiere dedicarle a esta cacería para obtener tan pocas aves, comparándolas con los patos o las huilotas.

Entonces, ¿dónde está lo bueno? 

Es algo complicado de transmitir, ya que en mi caso se juntan factores que me llevan al júbilo por esta cacería.

Recuerdo la primer vez cuando fuimos con el buen David Marin (buen amigo, excelente taxidermista, guía de buenas expediciones de patos y gangas y dirige el aprovechamiento de algunas umas de la región). En aquel año no tenía aún mis armas; me las prestaba mi hermano. Yo en en ese entonces casi no sabía de tirar con escopeta al vuelo... corrijo; era de esos que sabía tirar, pero con muy poca efectividad (“bueno pa' tirar, malo pa' pegar", tiré como setenta tiros y sólo obtuve cuatro gangas). Ese año fue muy bueno en esa UMA, pues entre siete tiradores que fuimos conseguimos unas treinta y cinco gangas en total.

Conocimos a una familia que después de esa cacería se han hecho grandes amigos y se han forjado muy buenos lazos entre nosotros. 

Al siguiente año volvimos ya coincidiendo a propósito con la misma familia, corriendo nuevamente con mucha suerte en encontrarnos varias de estas complicadas gangas a tiro. 

Esa vez logramos cincuenta cobradas, entre ocho tirafores, siendo el mayor número de aves que hemos tumbado en los años que hemos ido.

Asi se ha repetido hasta la actualidad, a veces con nuevos amigos, pero cada año con mejores perspectivas en lo que a mi habilidad al tirar respecta, ya que en los últimos años me he conseguido mis propias armas y puedo practicar previamente para este evento.

La cacería de gangas en mi apreciación comienza desde esa buena vibra que se siente cuando compartimos nuestras pláticas en el camino con mi hermano, poniéndonos al tanto ambos de nuestras vidas; también cuando llegamos a este encuentro con los amigos, cuando comienza la actualizada de chistes, bromas y carrilla, después la atención que tienen los guías con uno, que le da un plus a esta experiencia anual.

Pero lo bueno, comienza después de esa tradicional torta ahogada en el campo,  cuando nos enfilamos a tomar nuestros puestos, listos y preparados con nuestras escopetas para una caminata larga e impredecible, donde un potrero de unas diez hectáreas puede tener de muchas a ninguna de estas aves, que en su volar realmente ponen a prueba tu habilidad de tirador. Gracias a sus movimientos rápidos en el aire y a que en su mayoría son tiros de cuarenta metros en adelante.



La ganga tiene un silbido característico, que lo hace al volar o al estar entre el monte. Entonces cuando uno camina y las oye, pero no las ve, se le agita a uno el corazón y comienza a fluir la adrenalina. El silbido significa que están cerca y que pueden volar en cualquier momento.

Su vuelo es casi siempre hacia adelante huyendo del peine, pero en ocasiones dan vuelta, regresando a uno, pero esto es muy raro que pase.

Esa primera vez que fui, una me dio vuelta y oportunidad de tirarle 6 veces sin lograr tumbarla, pero a la misma mi hermano la bajó de un tiro cuando se le puso enfrente.

Otra de las peculiaridades de esta ave, es que cuando uno las ve caer, después de haberles disparado, el encontrarlas se vuelve un tanto difícil. Si no tomas bien tus puntos de referencia, sumando a esto que, heridas levemente pueden correr muy ágiles sin que las puedas ver por la hierba alta.


Mi hermano "Pancho" tiene un noble y obediente compañero de caza el cual no falta desde hace años a esta y todas las cacerías de pluma a las que el va. Es de raza labrador color chocolate llamado "Max". Sin él, varias gangas habrían quedado sin encontrarse en esos campos llenos de Santamaría.

Es una cacería diferente a todas, pero sobre todo es un lazo que nos mantiene unidos en el festejo con mi hermano, año con año... 

Mit freundlichen grüssen: Dr Stan.







martes, 1 de septiembre de 2015

Pesca y caza. Una breve reflexión dedicada al ‘verde’



¿Sabe qué resulta paradójico, contradictorio, hipócrita, esquizofrénico, irónico, falso, doble moral, inaudito y ridículo? Yo les digo qué: la falsa dicotomía que conforman pesca y caza y lo que provoca en la gente. ¿Por qué? Porque la pesca y el pescador no son objeto de la ignominia y el escarnio. Al contrario, son figuras encumbradas, reconocidas y respetadas entre los hombres y las mujeres. Yo en lo personal respeto la actividad de la pesca y elogio al pescador, también. ¡Todos lo hacemos! Si tenemos comisiones de pesca tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores. Aceptamos de tal forma a esta actividad como parte de nuestra realidad cultural, social, económica, política e histórica que cuando alguien posa sonriente y con el torso bronceado y desnudo— en el caso de los pescadores varones y las pescadoras más atrevidas—junto a un pez vela, o un guachinango o un marlín o un dorado, muerto, nadie se siente alterado o furioso al contemplar dicho retrato. De hecho, durante las vacaciones de Semana Santa, las fotografías de pescadores presumiendo sus pescados proliferan en redes sociales como Facebook e Instagram sin causar mayor revuelo o un patatús colectivo y cibernético o, en su defecto, la ira popular titánica y descomunal. Nadie llama asesino al que pescó una barracuda o un atún. Mucho menos lo llaman cruel, despiadado, hijo de puta o cabrón. No. Pero al cazador sí. Al cazador que se atreve a subir una fotografía posando junto a su pieza abatida sí le caen hordas de furibundos y mentecatos verdes a lanzarle por medio de redes sociales mordidas, arañazos, plomazos, martillazos, golpes, gargajos, mentadas de madre, en cantidades abrumadoras y similares a tormentas perfectas comprendidas por lenguaje soez y demás formas de violencia verbal. ¿Por qué? ¿Por qué los cazadores sí sufrimos vilipendiados y agraviados la cólera verde? ¿Qué los ciervos, patos, osos, leones, elefantes, codornices, winifánfanos, faisanes, borregos silvestres, leopardos, antílopes y demás son menos seres vivos que los salmones, los robalos, las langostas, los nopales, o las almejas? ¿De verdad es más cruel abatir un animal de un disparo certero en el corazón que jalarlo, con un anzuelo incrustado en el hocico, mientras lucha en contra de su vida, durante horas, hasta una superficie en la cual si no muere golpeado a batazos en la cabeza, muere de asfixia o ahogado? Se las dejo de tarea.