Sobre la hojarasca

El latido de tu corazón comienza a sofocarte. Sientes los violentos martillazos en el pecho. Tratas de controlar tu respiración, pero por más que te esfuerzas se te escapa del cuerpo como bufidos estruendosos y delirantes. Contrólate. Respira profundo. Tranquilo. Sin embargo, cualquier intento por serenarte naufraga en la excitación y el nerviosismo. Estás totalmente exasperado. Caminas lentamente con tus sentidos agudizados. Todos los sonidos estallan con una nitidez increíble en tus oídos. Comienzas a creer que estás haciendo mucho ruido y aún te quedan diez metros por recorrer para estar a buena distancia. Y tu aliento como una tormenta, y tu palpitar como un terremoto. Mas nada truena como la hojarasca bajo tus pies, bajo tus botas. Eres un cazador. Caminas lentamente sobre la hojarasca. Cinco metros más por recorrer. Debes llegar a esa roca grande para poder mampostearte. Y llegas. Y ahí está… con toda su belleza y esplendor, imponente, ocupando todo el universo y absorbiendo toda la existencia. Lo vislumbras detenidamente, casi perplejo; te desconcierta tanta inmensidad y hermosura. Por un instante olvidas la impetuosa fogosidad. Luego apuntas.

lunes, 28 de julio de 2014

El cazador [moderno] II / V


Andrés Santos Schroeder

La caza es un actividad tan antigua, que para indagar acerca de sus inicios nos tenemos que remontar al principio de la existencia del hombre en la tierra. Es decir, la cacería existe desde que el ser humano ha subsistido en este planeta. Aunado a lo anterior, vale la pena recalcar que los procedimientos para cazar no han cambiado mucho desde entonces. Sin embargo, debido a que la inteligencia del ser humano y su practicidad se han desarrollado de forma descomunal desde su evolución hasta estos días, en la actualidad las armas que se emplean para cazar, por ende, también han evolucionado, se han modernizado y vuelto más efectivas.

Durante los orígenes del hombre y la cacería, aquél cazaba con piedras y palos. Posteriormente, gracias a la evolución, se crearon instrumentos que lanzaban esos mismos palos y esas mismas piedras. Así como lanzas, arcos, hondas y resorteras. Más adelante, los arcos devinieron ballestas; y más tarde se inventó la pólvora, invención que trajo consigo el desarrollo de las armas de fuego. Esta innovación sigue en constante transformación desde su brote hasta el presente, a través de siglos y siglos. Esto último a causa de una sencilla razón y objetivo: el poder matar con mayor efectividad, ya sea a un animal en una cacería o a un adversario en una batalla.

Las armas de guerra y de caza están íntimamente relacionadas. Muchas veces incluso comparten una historia en común. Tal es el caso del calibre .30-06 Springfield, que empezó como un calibre utilizado únicamente dentro de un contexto bélico, y hoy en día no se utiliza en la guerra, pero es el más utilizado por cazadores en el mundo.

No obstante lo arriba mencionado, infiero pertinente mencionar que actualmente cazar con arco es una moda que ha venido cogiendo fuerza y presencia en el mundo. Probablemente en los Estados Unidos de Norteamérica la caza con este instrumento sea más popular que con rifle. Pero al final, sin importar el tipo de arma que se emplee para abatir una pieza, el trabajo más importante a realizar por éstas es matar de la manera más eficaz y rápida posible a lo que se esté apuntando. Por ello las armas son parte fundamental de la cinegética; sin importar que sean de fuego o no.

Una muerte rápida y certera siempre será más humana que una dolorosa y prolongada.

Esto no quiere decir que las armas que se utilizan para la guerra y las que se usan para cazar sean las mismas. Por ejemplo, la armas de uso deportivo no disparan ráfagas de balas, ni son automáticas. La acción de los rifles que se utilizan para cazar suele ser de repetición o de doble cañón. Ninguna arma deportiva puede cargar más de cinco tiros en el cargador, lo que hace infinitamente más complicado el abate que si se usase una automática con capacidad de disparar decenas de tiros en cuestión de segundos. Las armas de uso cinegético no son fabricadas para matar hombres, y esta es la principal diferencia entre éstas y las armas de uso exclusivo del ejército y demás fuerzas armadas.

En el calibre y tipo de arma que se utiliza para la cacería reside una buena cantidad de ética deportiva, de valores especiales que compartimos los cazadores.

El cazador debe escoger, dependiendo la pieza que pretenda cazar, un calibre que mate sin causar sufrimiento, ni destrozos. Para esto también es fundamental la destreza y la habilidad, pues para que se dé una muerte humana se debe colocar el tiro de forma exacta. De resultas, se insiste en la importancia de las armas en esta materia.

Las armas y las herramientas marcan el inicio de la técnica humana. La caza constituye el punto central de los rituales y la magia primitivos en casi todas las culturas humanas originarias; desde el punto de vista de nuestra especie como cazadora, matar significa también vivir (B.E.Erget, 2000).



sábado, 26 de julio de 2014

El cazador [moderno] I / V


Andrés Santos Schroeder

Partamos de interrogantes fundamentales, que circunscribirán el comienzo de esta disertación sobre la caza. ¿Qué es la cacería? ¿De dónde viene? ¿Qué es el cazador moderno? ¿En qué consiste el aprovechamiento cinegético?

Comencemos por el lenguaje, por palabra y significado, por significante y contenido semántico. La Real Academia de la Lengua Española nos brinda las siguientes definiciones:

cacería.

1. f. Partida de caza.
2. f. Conjunto de animales muertos en la caza.
3. f. Pint. Cuadro que figura una caza.

Y a la caza como:

caza.
(De cazar).

1. f. Acción de cazar.
2. f. Conjunto de animales no domesticados antes y después de cazados.
3. f. alcance (‖ seguimiento, persecución).
~ de brujas.
1. f. Persecución debida a prejuicios sociales o políticos.
~ mayor.
1. f. caza de jabalíes, lobos, ciervos u otros animales semejantes.
~ menor.
1. f. caza de liebres, conejos, perdices, palomas u otros animales semejantes.
alborotar la ~.
1. loc. verb. coloq. levantar la liebre.
andar a ~, o a la ~, de algo.
1. locs. verbs. coloqs. Buscarlo afanosamente.
dar ~.
1. loc. verb. Perseguir a un animal para cogerlo o matarlo. U. t. en sent. fig.
2. loc. verb. Alcanzar el objeto de la persecución.
3. loc. verb. Mar. Dicho de una embarcación: Perseguir a otra para alcanzarla.
espantar la ~.
1. loc. verb. coloq. Precipitar o perder un negocio, por anticipar importunamente los medios para conseguirlo, o por emplear los que no son a propósito.
levantar alguien la ~.
1. loc. verb. Ojearla.
2. loc. verb. coloq. levantar la liebre.
ponerse en ~.
1. loc. verb. Mar. Maniobrar para que una nave se ponga en fuga y escape de otra que la persigue.
seguir la ~.
1.             loc. verb. coloq. seguir la liebre.

cazar.
(Del lat. *captiāre, de captāre, coger).

1. tr. Buscar o seguir a las aves, fieras y otras muchas clases de animales para cobrarlos o matarlos.
2. tr. coloq. Adquirir con destreza algo difícil o que no se esperaba.
3. tr. coloq. Entender algo rápidamente.
4. tr. coloq. Prender, cautivar la voluntad de alguien con halagos o engaños.
5. tr. coloq. Sorprender a alguien en un descuido, error o acción que desearía ocultar.
6. tr. Dep. Dicho de un jugador: Cometer una falta violenta sin intención de tocar el balón.
7. tr. Dep. Alcanzar al corredor o corredores que van por delante.
8. tr. Mar. Poner tirante la escota, hasta que el puño de la vela quede lo más cerca posible de la borda.
~ largo, o muy largo.
1. locs. verbs. coloqs. Ser muy advertido o sagaz.

Empero las acepciones y definiciones anteriormente citadas, las actividades de aprovechamiento cinegético alcanzan a trascenderlas, debido a que, como se expondrá más adelante, la profundidad de la cacería vista desde el punto de vista cinegético es mayor a cualquier intento de descripción de la caza. Sobre todo cuando un cazador, como el que teclea estas palabras, intenta dilucidar la esencia de la cacería.

El término cinegético viene del latín cynegetĭcus, que a su vez proviene del griego κυνηγετικός, que quiere decir “El arte de la caza”; y al respecto, confrontando a un sabio, sacarán gran provecho los que tienen afición a este tipo de ejercicio, pues procura salud a los cuerpos, perfecciona la vista y el oído, retrasa la vejez y, sobre todo, educa para la guerra (Cfr. Jenofontes 324 A.C.).

Recordemos que la cacería es la actividad más antigua que practica el ser humano como especie, como homo sapiens. No obstante, la práctica de la caza comenzó hace millones de años. Es decir, que a pesar de que el hombre ha cazado como tal desde hace milenios, la arqueología moderna ha demostrado que hace alrededor de cuatro millones de años hubo especies de primates bípedos como el Australophitecus afarensis, que era vegetariano, y después, hace dos millones, el Homo habilis, que desarrolló el uso de herramientas para cazar y obtener carne. Éste último primate era omnívoro. Ambos cazadores. El primero recolector. El segundo cazador de animales.

La evidencia y los libros de historia natural sugieren que el hombre evolucionó al Homo sapiens neanthertalensis hace aproximadamente 400 mil años, y posteriormente, 350 mil años después, éste pasó a evolucionar y devenir Homo sapiens sapiens.

Entre algunas de las subespecies del genus homo perduró el vegetarianismo. Éstas evolucionaron en especies de grandes simios y primates como el chimpancé, el orangután y el gorila.

En cambio, la corriente genética que condujo a la evolución del hombre se distingue de sus más similares especies por el hecho de que ésta era una especie 100% omnívora. Así las cosas, la evolución del ser humano y los changos perfectamente puede sugerirnos que el desarrolló intelectual evolutivo que se gestó entre los hombres deriva del consumo de proteína animal prolongado a lo largo de millones de años (Swan, J., 1994).

Ahondemos en lo arriba afirmado.

Hace un par de millones de años, nuestros ancestros evolutivos abandonaron los bosques para habitar la vasta sabana del Continente Africano. A causa de esto, modificaron su alimentación predominantemente vegetal y comenzaron a alimentarse de carne, de proteína animal. Se convirtieron en cazadores. Estos primates bípedos estaban colocados al principio de una cadena evolutiva que cambió por completo al planeta, que tuvo como fruto al ser humano. Su evolución definió a todos como especie. Totalmente.

Al inicio, estos ancestros nuestros representaban muy poca competencia para las magníficas bestias con las que compartían tierras. Sin embargo, el cerebro de estos seres bípedos comenzó a desarrollar una inteligencia cada vez más grandiosa y compleja. Gracias a esta incipiente intelección aprendieron a crear y usar armas, a comunicarse, a cazar en grupos, a tender trampas, a recolectar de una manera más eficaz.

Dicho lo anterior, se puede entender que la caza deriva de la inteligencia, que a su vez proviene de la evolución, cuyo proceso se debe al consumo de proteína animal, posible gracias a la cacería. El hombre es hombre porque caza. Cazamos porque somos hombres. Somos hombres gracias a que los hombres de antes, nuestros ancestros en la cadena evolutiva, comenzaron a cazar.


martes, 15 de julio de 2014

Guajolotes y zorros en Coahuila


Santiago Santos Schroeder

Esta cacería surgió del inicio de una gran amistad, cuando conocí a mi compadre Memo Osuna. Mi gran amigo es dueño del paraíso de la caza, un precioso rancho de 23 mil hectáreas en el norte del estado de Coahuila, ubicado entre la Serranía del Burro y el Parque Nacional de la Sierra del Carmen. La hermosa propiedad es el lugar con la mayor variedad  y  la mejor calidad de fauna en México. Con un poco de suerte, tendrás la oportunidad de cazar los colas blancas carminis más grandes del país, además de pumas, guajolotes, coyotes, gatos monteses  y zorras grises, entre otros. También hay osos negros y elks mexicanos. Sin embargo, éstos son solamente para el deleite visual, pues no se pueden cazar. Salvo que se utilice para ello el lente de la cámara.

Fui a conocer el rancho en diciembre, en plena corrida.  Yo no iba por venado,  pues este viaje fue exclusivamente turístico. Aun así, tuve la oportunidad de cazar un par de coyotes y zorros grises. También vi osos y cientos de venados, entre ellos el más grande en la historia de Coahuila,  el cual hasta el día de hoy continúa atormentándome en mis pesadillas por el hecho de no haberlo podido cazar. Ya nos volveremos a ver ese monstruo y yo; pero con la diferencia de que en esa ocasión será con rifle en mano.

No obstante lo anterior, este relato es sobre la cacería de Guajolote Río Grande que realizamos un par de meses después. Estos guajolotes los cazamos de la manera tradicional, en zonas de alto movimiento, con reclamo. En teoría, esta cacería la iba a hacer con arco, pero es dificilísima y más para un novato arquero como yo; así que, después de varios intentos fallidos, decidí tomar la escopeta. Éramos cuatro cazadores los que empezamos con arco, de los cuales sólo Rafa, mi primo, logró la tarea. Los demás fallamos.

Por ser un grupo grande de cazadores nos turnábamos la oportunidad de tiro. Cuando por fin fue mi turno, la suerte me sonrió. Vimos una parvada de guajolotes a lo lejos, entonces dejamos la camioneta, caminamos unos 100 metros y nos escondimos atrás de un gran matorral. Todos estábamos escondidos menos mi compadre y guía Memo, quien asomaba la cabeza afuera del matorral mientras Rafa mi primo llamaba a estas aves. Los guajolotes comenzaron a correr hacia nosotros y, mientras tanto, Memo me decía: “Ahí vienen; cuando te diga, te paras y tiras. Todos están buenos, solo ten cuidado de no disparar si están muy juntos, que matas dos”. Yo me encontraba encuclillado, esperando la orden para tirar.

No habían pasado más de 30 segundos cuando Memo me dio la orden. Me puse de pie rápidamente, mientras los guajolotes huían del sitio. Para mi sorpresa eran unos 30, cuando yo esperaba no más de 5, y todos estaban juntos, ¡como si supieran que así yo no iba a poder disparar! Movía mi escopeta de lado a lado buscando una oportunidad de tiro y éstos se alejaban cada vez más. Entonces, un guajolote cometió el último error que cometería en su vida, decidió separarse de la parvada y correr en dirección opuesta a sus compañeros. Sin dudarlo, apunté tapando la cabeza del guajolote con el punto de la escopeta y en cuanto tiré del gatillo el pavo cayó muerto. ¡Ya tenía mi primer Guajolote Río Grande! Fue una cacería realmente divertida, como pocas, y más porque la pude hacer junto con mis amigos.

Había llegado la hora de festejar mi triunfo. Mientras tomaba de un termo lleno de whisky, brindado por mi trofeo recién cobrado, platicaba una y otra vez la historia y mostraba el video de mi tiro a aquellos que se habían tenido que quedar en la camioneta y no habían podido presenciarlo. Después de la sesión de fotos con mi trofeo seguimos en busca de más guajolotes, pues dos cazadores faltaban de tirar. A la hora de tras lomar vimos un par de guajolotes a lo lejos.   Así que Ángel, uno de los cazadores faltantes, tomó la escopeta y  fue por ellos acompañado de Memo. Una media hora más tarde escuchamos el disparo, pero desafortunadamente Ángel no le pegó. Mientras esperábamos a que regresaran empezó a obscurecer y Rafa, utilizando su llamador, atrajo a un bonito zorro gris hacia nosotros. El animal se encontraba a escasos 25 metros de donde estábamos situados y yo, sin pensarlo dos veces, tomé el .22-250 y le disparé mientras corría a toda velocidad alejándose de la camioneta. Probablemente actué muy rápido, pues debí dejar que mi primo tirara, pero no me arrepiento porque mi  tiro fue perfecto, en el mero codillo, e hizo caer al zorrito muerto instantáneamente, por lo que yo brincaba de la emoción.

Una noche de poco dormir y mucho brindar concluyó con esa cacería. Fue una semana llena de buenas anécdotas junto a grandes amigos. Esta aventura en Coahuila la compartí con Memo, Rafa, Miguel y Ángel, gracias hermanos. ¡Que se repita pronto!