Sobre la hojarasca

El latido de tu corazón comienza a sofocarte. Sientes los violentos martillazos en el pecho. Tratas de controlar tu respiración, pero por más que te esfuerzas se te escapa del cuerpo como bufidos estruendosos y delirantes. Contrólate. Respira profundo. Tranquilo. Sin embargo, cualquier intento por serenarte naufraga en la excitación y el nerviosismo. Estás totalmente exasperado. Caminas lentamente con tus sentidos agudizados. Todos los sonidos estallan con una nitidez increíble en tus oídos. Comienzas a creer que estás haciendo mucho ruido y aún te quedan diez metros por recorrer para estar a buena distancia. Y tu aliento como una tormenta, y tu palpitar como un terremoto. Mas nada truena como la hojarasca bajo tus pies, bajo tus botas. Eres un cazador. Caminas lentamente sobre la hojarasca. Cinco metros más por recorrer. Debes llegar a esa roca grande para poder mampostearte. Y llegas. Y ahí está… con toda su belleza y esplendor, imponente, ocupando todo el universo y absorbiendo toda la existencia. Lo vislumbras detenidamente, casi perplejo; te desconcierta tanta inmensidad y hermosura. Por un instante olvidas la impetuosa fogosidad. Luego apuntas.

lunes, 7 de julio de 2014

Recuerdos cinegéticos de la infancia. Mi primera cacería


Santiago Santos Schroeder

Para ti, pa, gracias por todo

Mi primera cacería fue a los 7 años de edad y la recuerdo como si hubiera sido ayer. Tal vez no recuerde cada detalle, pues fue hace ya mucho tiempo; pero recuerdo muy bien el porqué, la razón: a mi hermano y a mí nos encantaba jugar un videojuego para PC llamado Cabela’s Big Game Hunter, y fue en este juego donde vi por primera vez una cabra de montaña. En ese momento, sin conocer el verdadero significado de mis palabras, le dije a mi papá que ese sería mi primer animal de caza. Al escuchar esto mi papá, muy emocionado, organizó una cacería en un rancho cinegético en Pachuquilla para que yo pudiera tener a mi cabra, la cuál no sería de montaña pero iba a ser una catalina.

En este viaje que emprendimos en busca de mi cabra también fue la primera cacería de mi hermana Erika. Se trató de un jabalí europeo que mi hermana, con un único tiro perfecto, hizo caer en sus huellas. También recuerdo que negué la oportunidad de acompañar a mi hermano Andrés a cazar su antílope blackbuck, pues yo estaba muy cansado. Para mi sorpresa, unas horas después mi hermano entró corriendo a la habitación en la que yo dormía diciéndome que fuera rápidamente a ver su trofeo antes de que lo copinaran. Al llegar al sitio en donde estaba el trofeo de mi hermano quedé anonadado por la belleza de su recién cobrada pieza y me arrepentí totalmente de no haberlo acompañado. 

¡Por fin había llegado mi turno de tirar! Nos emprendimos en la búsqueda de las cabras y no tardamos mucho en encontrarlas sobre una loma que estaba frente a nosotros. Convenientemente había un blind que me ponía a unos 150 metros de la manada. Así que con mucho cuidado subimos mi papá, mi mamá, el guía y yo. Ya estando arriba cómodamente sentado, mi papá me dio en las manos el .222 Remington con el que yo realizaría el tiro. Toda la práctica que realizaste en el campo de tiro no te prepara para ese momento. Cuando tienes a un animal en la cruz de tu telescopio, todo cambia. Hasta el más experimentado tirador se pone nervioso en esta situación. Así las cosas, ahora imaginen el nervio de un niño de 7 años ansioso por volverse cazador.

Después de unos minutos de buscar una cabra blanca en su totalidad, como la del videojuego, tiré. Mi cabra empezó a correr a toda velocidad, pues mi tiro no había sido bueno. Cuando se detuvo tiré otra vez, y otra y otra. No recuerdo cuántos tiros fueron, pero la cabra eventualmente calló. Nos acercamos y un último tiro en el cuello me volvió cazador.

Fue mi padre quien me bautizó como a los cazadores, con una cruz de la sangre de tu primer presa en la frente.


Este muy vago recuerdo es probablemente mi memoria más preciada y querida. Gracias, pa, por introducirme en este deporte que se ha convertido en mi pasión. Te amo y te extraño. Mi vida es y será dedicada a tu grandeza, como cazador, como ser humano, como amigo; pero sobretodo como padre. Descansa en paz.

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