Andrés Santos Schroeder
Penúltimo capítulo
Cacería sustentable y cacería furtiva
Se acerca
el final de esta disertación acerca de las actividades cinegéticas, sobre la
caza. En este capítulo la intención será desmembrar, deshebrar la caza en sus
ramas y tipos para al final, en la última entrega, concluir con la definición
del cazador [moderno].
Si bien
existen múltples y diversos modos de cacería entre las distintas sociedades a
lo largo y ancho del planeta. No obstante, resulta pertinente y sumamente
importante diferenciar a las numerosas formas de cacería y tipos de cazadores
que concurren el mundo de la caza. Por consiguiente, a continuación comenzaré a
describir los diferentes aspectos que distinguen a un cazador furtivo de un
cazador de subsistencia; o a uno de estos de un cazador deportivo.
Cazador de subsistencia
El cazador
sustentable tiene como enfoque respecto de la caza el mismo que tenían los
nativos americanos de Colorado hace 300 años. Su visión se dirigía a un único
objetivo, una sola meta: comer, cazar para conseguir comida. Esta cacería por
definición y esencia tiene el propósito de poner alimento y proteína en la mesa
de las familias.
Actualmente
siguen existiendo millones de cazadores sustentables en el mundo. Sin embargo,
este tipo de cacería no representa un impulso, un sistema de aprovechamiento
sostenible que asegure detener la pérdida de biodiversidad dondequiera que sea
implementado. Por ello, esta disertación no se detendrá más en desentrañar el
tema de la cacería de sustento.
Cazador furtivo
Hay otro
tipo de cazadores, que aunque su forma de cazar es totalmente antiética y
contraria a los modos empleados por el cazador sustentable y el deportivo, no
por ello dejan de representar otro tipo de cazador.
Los
cazadores furtivos son mercantes, traficantes, criminales despiadados. Trafican
y mercadean con fauna exótica, con órganos y partes de animales. Aunque cazar
un rinoceronte negro en Zambia sea una aberración, estos hombres lo hacen
motivados por el valor que puede llegar a tener una daga fabricada con el
cuerno de este majestuoso animal en Abu Dabi, por dar un ejemplo. Otros
consumidores voraces de cuerno de rinoceronte son los asiáticos, en especial
chinos y vietnamitas, quienes pueden llegar a pagar hasta diez mil dólares por
un diminuto frasco de cincuenta mililitros de cuerno molido. En China y Vietnam
se tiene la estúpida creencia de que esta sustancia, que no es más que uña y
pelo puede curar el cáncer o fungir como afrodisiaco.
Pero no
solamente en África se practica la caza furtiva. En Rusia y muchos países
asiáticos se cazan felinos ilegalmente, al igual que en la India y en Centro y
Sudamérica. En todo el mundo, desafortunadamente, hay cazadores furtivos
dañando a la fauna y empujando a ciertas especies al barranco de la extinción.
¿Por qué? Porque desgraciadamente, la mayoría de los países donde se encuentran
los animales más atractivos para este tipo de cazadores cuentan con gobiernos
pobres y débiles, a los cuales les resulta imposible destinar recursos para
combatir al furtivismo. A menos que obtengan sus recursos de otras partes, como
de la caza legal. Pero ese es un tema que se tratará en la siguiente y última
entrega.
El cazador
furtivo no respeta los tiempo de veda, mucho menos las temporadas de caza o los
límites de abate; no aprovechan la carne y proteína obtenida, y por supuesto que
tampoco cazan éticamente. Aunado a lo anterior, lejos de que su presencia
presente una derrama económica positiva, significa completamente lo contrario.
Para las comunidades, los pueblos, las ciudades y las aldeas significa una pérdida
de dinero el control, la prevención y aprensión de estos individuos cuando
están operando en sus zonas. Y no se diga la pérdida del valor de cada vida
salvaje que tomen bajo su propia jurisdicción y consentimiento, muchas veces,
además, sin ningún tipo de preparación, causando sufrimiento y heridas no
mortales a los animales contra los que disparan.
Aunque el
término que aquí se utiliza sea cazador
furtivo, la realidad es que se trata de miserables delincuentes. Por ello,
es fundamental hacer notar que mientras menos cazadores deportivos haya en una
región, o menos interés se demuestre hacia la vida silvestre por parte de
organizaciones que practiquen/vendan cacería legal y ética, mucho mayor es el
riesgo que una u otra región caiga bajo el poderío de grupos furtivos, ya que
al no haber interés y valor pecuniario en la vida de los animales, es muy caro
para el gobierno poder asumir ese costo por sí solos. Como se dijo antes, éstos
requieren de los recursos, de la derrama económica que deja la cacería de
resultas del valor de la fauna con aprovechamiento cinegético.
Un ejemplo
es Kenia, uno de los primeros países en abrir sus puertas al cazador occidental
cuando todavía era una colonia de la corona británica. Este país africano
siempre gozó de una biodiversidad impresionante y una serie de eco regiones
únicas en el planeta. Sin embargo, Kenia cerró sus puertas a la cacería
deportiva el año de 1979. Hoy duele Kenia, pues de ser un lugar repleto de
fauna y vida silvestre, en la actualidad, fuera de los parques nacionales, representa
un lugar casi inhóspito para los animales africanos, Kenia es de los países con
menos fauna del continente africano. El rinoceronte negro se considera extinto
en este país; la población en tierras públicas de elefantes y leones ha sido
gravemente diezmada por grupos de cazadores furtivos, en su mayoría
provenientes de Sudán y de la misma Kenia.
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