jueves, 14 de agosto de 2014

El cazador [moderno] III / V


Andrés Santos Schroeder

Los antropólogos y anatomistas modernos definen algunos rasgos específicos del hombre como características de un depredador natural. Sobre todo y muy en especial el rasgo más distintivo que relaciona al ser humano con los depredadores naturales son los ojos y las cavidades oculares. Éstas, como es sabido, se dirigen hacia adelante, como las de cualquier otra ave rapaz o depredador mamífero.

Este tipo de ojos, enfilados a mirar hacia el frente, están diseñados para acechar, mientras que los ojos de los animales herbívoros, así como la posición  de sus cavidades oculares, están diseñados para precisamente lo contrario: evitar ser presas de un depredador.

Es decir, los caballos, los borregos, los venados, entre otros, debido al posicionamiento de sus ojos, cuentan con una visión lateral en la que presentan un punto ciego directamente al frente y al centro de la cabeza. Sin embargo, este enfoque les permite tener una visión mucho más completa de la circunferencia lateral. La naturaleza, sabia como siempre, diseñó a estas criaturas así para poder ver y prevenir los ataques sorpresa desde los costados y la retaguardia de algún depredador que esté al asecho. De esta forma los animales herbívoros suelen evitar ser presa fácil de los depredadores.

Este fenómeno físico está presente en la gran mayoría de los mamíferos y ovíparos del planeta; y el ser humano, al igual que el lobo, el leopardo, el león o el halcón, tiene los ojos diseñados para acechar.
La cacería es definida como instinto básico que es y ha sido parte del ser humano. La caza siempre ha sido una actividad que algunos hombres la consideran tan natural como la reproducción y la defensa personal, o la protección maternal hacia un hijo. Empero a causa de los cambios que ha venido sufriendo el hombre como especie y la adaptación de éste en su nuevo entorno urbano, la práctica, los modos y las razones por las que el ser humano caza también han cambiado.

Actualmente, es muy difícil tratar de definir a la cacería como una actividad deportiva; y es de ahí precisamente desde donde debemos partir en esta tercera parte la disertación. A la persecución licita, ética y formalizada de especies venatorias hoy en día se le conoce como cacería deportiva. Éste es, a mi parecer, un término poco atinado que hace sonar a la cacería como el deporte de matar, lo cual sería una falacia y una mala interpretación del término y de la actividad en sí.

Esto no quiere decir que al cazar no se ejerza ningún tipo de actividad física que muchas veces podría ser considerada como deporte o ejercicio; el alpinismo, el remo, la caminata, el correr, y a veces hasta el nadar son actividades que podemos encontrar con regularidad durante el proceso que de la caza. Aunque aunado a lo anterior, vale la pena mencionar que la cacería también nos brinda cultura, agudiza nuestros sentidos e instintos y nos acerca con la naturaleza.

Sin embargo estas son solo alguna de las muchas más disciplinas que se requieren para lograr el éxito en una cacería, se cobre la pieza o no; esto último podría sonar contradictorio pero la realidad es que el éxito de una expedición cinegética rara vez se juzga por pieza abatida, ya sea en cantidad o calidad. El éxito más bien radica en la aportación pecuniaria que se realiza para la conservación de la fauna y la flora del lugar donde se realiza dicha expedición, así como en el compañerismo que surge de este tipo de viajes, del conocimiento de otros mundos, del abrazo íntimo con el planeta y del conocimiento a fondo de la especie que se busca cazar.



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