Dr. Stan Mendoza
Desde que me dieron la noticia de que iba a ser padre, me vinieron grandes
emociones y, a la vez, mi mente comenzó a viajar en el futuro aceleradamente. Se
trataba de mi único hijo hasta el momento. Se llamaría Franco. Vi un sinnúmero
de experiencias a su lado en el campo y en el mar, los cuales son entorno de
mis dos grandes pasiones.
Vino la incógnita también: ¿Compartiríamos mi hijo y yo el mismo gusto por
estas pasiones que me han dado tantas satisfacciones?
Era un reto poder hacer posible que Franco viviera dichas experiencias tan
plenas como las que yo he vivido, y al mismo tiempo transmitirle el gusto a la cacería,
actividad tan debatida en estos tiempos. Era, claro, un reto que con mucho
entusiasmo estaba dispuesto a afrontar.
En el poco tiempo que llevó practicando actividades del campo, he podido
observar y platicar con la gente mayor (los más grandes del rancho), enfocando
mis preguntas hacia cómo adquirieron el gusto por la cacería y cómo lo han
transmitido a sus hijos. También me he dado a la tarea de comparar con
opiniones de las personas de las siguientes generaciones, hasta llegar a lo que
opinan los padres más jóvenes.
Me pude dar cuenta que no existe una fórmula mágica para adquirir este tipo
de afición. La mayoría de las veces, viene de la mano del instinto; o también como
resultado de continuidad de patrones generacionales. Sin embargo me pude
percatar que había niños que se veían mucho más relajados y por ende
disfrutando más de las experiencias vividas en las cacerías.
¿Cómo lograr esto?
En mi experiencia, con un niño de cuatro años, puedo decir que no es nada
fácil lograr que un crío disfrute de las experiencias que se obtienen durante
la caza, ya que ésta requiere de mucha atención, paciencia, repeticiones y
disciplina, sin olvidarse de que son niños y que ellos prefieren estar en un
entorno de juego, donde son poco tolerantes a las incomodidades.
Comencé a alentar en mi hijo la cacería desde su primer año de edad,
contando los relatos de las buenas experiencias que he vivido en el campo.
Es importante que vaya escuchando sólo lo positivo, ya que si platican
cosas negativas, podrá adquirir miedos que pueden retrasar el gusto a salir a
un entorno salvaje.
Cuando comencé a ver ese interés en Franco, y la atención que ponía a las historias,
que yo al contarlas las envolvía en convivencia, inesperadamente vino un regalo
de su padrino Nacho: un rifle artesanal de madera que, desde el principio, se
vio que tuvieron una conexión, ya que mi hijo sentía que era como los que yo
tengo.


Este rifle aún lo conserva y sigue jugando con él.
Me emocionaba mucho cuando llegaba de las cacerías o del campo de tiro a
limpiar mis armas; él se ponía a mi lado, jalaba un banco pequeño y se ponía a
limpiar su rifle de la misma forma.
Era notorio que el gusto en Franco se estaba gestando cada vez más, así que
aproveché esa etapa para jugar el mayor tiempo con él en la casa, enfocando los
juegos a cacería y tiro, poniendo blancos en diferentes distancias y posiciones,
siempre alentando y motivando, aún cuando quería tirar a su modo, traté de no
presionarlo y ser paciente, notando cuando pasaba su interés y se enfadaba, cambiábamos
de actividad y jugábamos a otra cosa.


Desde muy temprana edad salíamos al rancho y hacíamos un día de campo. En
estas actividades se involucraba mi esposa. Juntos hacíamos caminatas con
nuestro niño y jugábamos al tiro y a la cacería.
Todo esto ha tenido que ver para que cada vez que le propongo una salida,
se le ilumina la cara de felicidad, ya que siempre he cuidado que su experiencia
sea buena, aún cuando ha tenido caídas, espinadas, piquetes de insectos. No
obstante, siempre le recuerdo que debe aprender a esforzarse físicamente cada
vez más, para obtener mejores resultados y recompensas, las cuales le doy,
cuando me ayuda en actividades de trabajo.
Me llena de felicidad verlo a mi lado compartiendo esta pasión, y es por esto
que le dedico este escrito, haciéndole saber que alimenta cada vez más mi
pasión por cuidar el entorno donde se encuentra el rancho, para él y los demás
hijos que puedan venir.
Aún le sigo contando las historias de pesca y cacería cuando las pide, con
la diferencia que, ahora él forma parte de ellas y se emociona aún más al
escucharlas, ya que ahora reconoce a los personajes y los escenarios.
Termino citando una plática con el compadre Nacho y demás personas que me
dijeron algún día: “Un hijo te cambia completamente la vida”; y en aquel tiempo
me cerré a decir: “no tiene porqué cambiarme la vida”.
Pero Franco sí me terminó cambiando la vida, acertando en que los tiempos y
el dinero se recortan al tener un hijo, pero los gustos relacionados a las
actividades del campo, compartidos con él, incrementaron sustancialmente mis
satisfacciones.
Si la vida te da oportunidades, no hay necesidad de que cambies tu esencia,
es mejor transmitirla de forma positiva y con respeto hacia tus semejantes.
Mit Freundlichen Grüssen.
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