lunes, 22 de febrero de 2016

El Matusalem del rancho


Dr. Stan Mendoza

Todo comenzó con esos cuatro avistamientos previos de ese buen ejemplar de venado macho acapulcencis durante esos recorridos de trabajo y vigilancia en el rancho de mi padre.


Cada que lo veía, me embargaba una emoción difícil de describir. Lo metía en la mira del arma que llevaba en todas las ocasiones. Pero tenía la encomienda de esperar para poder disparar hasta que comenzara la temporada hábil (lo cual no fue nada fácil). Asimismo, debía mantener la esperanza de que sobreviviera a los embates de los cazadores furtivos de la zona.

El apodo ‘Matusalem’ surgió del relato de una cacería en el estado de Sonora donde asistió un gran amigo; el "Dr. Chi”. Mi amigo cuenta que durante esta cacería —su primer cacería en el norte—, sólo un compañero logró abatir un venado. Era un ejemplar viejo, con cornamenta irregular y atípica, de esos que nombran de manejo, al cual apodaron "Matusalem" en forma despectiva. A este ejemplar no le dieron el valor que merece una presa, pues no aprovecharon ni toda la carne ni las astas.

Coincidimos con el "Dr. Chi" en la plática en que si hubiera sido presa abatida por cualquiera de los dos, le hubiéramos hecho fiesta, aprovechando al máximo todo. Con esta filosofía, me quedó presente este apodo y lo trasladé a este animal con el cual me llegué a encontrar en el monte.

Se abrió la temporada hábil de cacería de venado, el último viernes de noviembre en Michoacán. Era la oportunidad que tenía de buscar a "Matusalém".

Al hacer recorridos en el rancho llegué a encontrar cartuchos detonados de escopeta en las zonas donde había tenido esos avistamientos, y donde por los rascaderos, huellas y heces suponía que era territorio de ese venado. En esos momentos pensé que nunca más vería a ese bello ejemplar.


Fue en la madrugada del ocho de enero, poco antes del amanecer, cuando partimos con mi primo, casi-hermano, "Nacho", compañero de cacerías con el cual he tenido mucha suerte.

Partimos en mi buen caballo de hierro, "el Vocho".


Llegamos al rancho con muy buena vibra y altas expectativas, ya que en los recorridos previos que había hecho, había visto mucho rastro de pecarí y venado.

Así que al llegar al rancho, acomodé a Nacho en una zona buena para el acecho y yo seguí mi camino por el monte, al mero estilo que me gusta, o sea al rececho o ‘campeando’.

 

Caminé unas dos horas aproximadamente, tiempo en el que solo vi rastros, hasta terminar en la zonas del territorio de "Matusalém".

A las 9:45 AM aproximadamente subí una loma con vegetación escasa, y al voltear a mi derecha, como a unos treinta metros, ahí estaba: le salía medio cuerpo de un matorral y me volteaba a ver completamente inmóvil. ¡Igual que la primera vez que lo vi!

Llevaba al hombro mi rifle Winchester modelo 70 calibre .243. La adrenalina fluía como en pocos momentos; sin embargo, hice el movimiento de encare, con el animal dándome el tiempo de apuntar y quitar el seguro. El cola blanca parecía como disecado. Apunté al codillo y disparé.

 Al disparar vi que el ciervo hizo un extraño, como reparando, y salió corriendo, faldeado hacia la barranca donde hay un arroyo.

Cuando corrió el cola blanca vi que hizo otro movimiento raro, como queriendo caer.

No pude seguirlo inmediatamente, porque nos separaba una barranca con mucho monte de sierrilla. Por lo que tuve que rodear un poco para llegar a la zona donde se encontraba cuando disparé.

Al llegar al área donde se encontraba el venado cuando le tiré, me dispuse a  buscar rastros de sangre, pero no los encontré.

Entonces comencé a a sentir frustración y miedo por perder este animal. Por mi mente pasaba que solo lo había herido levemente.

Seguí la ruta que tomó el animal, con la suerte de que el monte no está muy cerrado en esa zona; después de unos cincuenta metros de caminar sin ver sangre, escuché ruidos a unos ochenta metros; y fue en ese momento cuando vi cómo el animal se echó muy cerca del arroyo, de espaldas a mi, aun con la cabeza levantada.

Lo metí en la mira nuevamente, previo comprobar que se trataba del mismo animal. Como veía que aún no estaba muerto, decidí apuntarle al cuello y le solté el segundo tiro, viendo cómo luego de la detonación quedó el venado tendido en el suelo.

Fue uno de los momentos más emocionantes y felices de mi vida.

Al llegar a ver de cerca tan bello animal, disfruté contemplarlo por unos quince minutos. Luego tomé algunas fotos de cómo quedó y lo preparé para cargarlo.

No tengo mucha experiencia aun en la edad de los venados, pero yo calculo que el venado tenía unos cinco años y pesaba unos cuarenta kilos, tratándose definitivamente un macho adulto.


Durante mi regreso, aprovechaba cada descanso para tomar fotos del animal, admirándolo en diferentes escenarios de su hábitat.



Llegué por fin con "Nacho" a compartir las emociones vividas. Tomamos varias fotos antes de colgarlo y nos tomamos unas cervezas para festejar.





Comenzamos a pelarlo con cuidado en el mismo rancho, ya que pienso inmortalizar con taxidermia a "Matusalem" en mi casa.

Al pelarlo, salieron las dos balas del .243 y una posta del 0 de algún cazador que no corrió con la misma suerte que yo.
Despiezamos la presa y pasamos con un amigo carnicero a que terminara de preparar la carne.

No dejamos pasar el tiempo y marinamos las costillas y después las comimos asadas al estilo "tupitina" (lugar donde me pasaron la receta).



Por último, nos juntamos con mi familia y la de "Nacho" para hacerle los honores a "Matusalem" y valorarlo con cada pedazo de carne y bocado al máximo.

Por la noche continuó el convivio con amigos y primos, cerrando así una cacería de ensueño que quedará por siempre en mis memorias.


Este ha sido mi mayor logro en la cacería, con la satisfacción de hacer todo siempre dentro del marco legal establecido por la ley de conservación de la vida salvaje, llevando a cabo la ética en el tiro y el calibre utilizado.

Definitivamente no es el venado más grande, ni más viejo ni con las astas más bellas que haya yo visto por estos rumbos. Pero sÍ es un gran premio a la perseverancia y persistencia por cuidar la zona del rancho de personas sin conciencia, que muchas veces matan por negocio y manchan y derrumban la practica cinegética responsable.



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