Dr.
Stan Mendoza
Todo
comenzó con esos cuatro avistamientos previos de ese buen ejemplar de venado
macho acapulcencis durante esos
recorridos de trabajo y vigilancia en el rancho de mi padre.
Cada
que lo veía, me embargaba una emoción difícil de describir. Lo metía
en la mira del arma que llevaba en todas las ocasiones. Pero tenía la
encomienda de esperar para poder disparar hasta que comenzara la temporada hábil
(lo cual no fue nada fácil). Asimismo, debía mantener la esperanza de que
sobreviviera a los embates de los cazadores furtivos de la zona.
El
apodo ‘Matusalem’ surgió del relato de una cacería en el estado de Sonora donde
asistió un gran amigo; el "Dr. Chi”. Mi amigo cuenta que durante esta
cacería —su primer cacería en el norte—, sólo un compañero logró abatir un
venado. Era un ejemplar viejo, con cornamenta irregular y atípica, de esos que
nombran de manejo, al cual apodaron
"Matusalem" en forma despectiva. A este ejemplar no le dieron el valor
que merece una presa, pues no aprovecharon ni toda la carne ni las astas.
Coincidimos
con el "Dr. Chi" en la plática en que si hubiera sido presa abatida
por cualquiera de los dos, le hubiéramos hecho fiesta, aprovechando al máximo
todo. Con esta filosofía, me quedó presente este apodo y lo trasladé a este
animal con el cual me llegué a encontrar en el monte.
Se
abrió la temporada hábil de cacería de venado, el último viernes de noviembre
en Michoacán. Era la oportunidad que tenía de buscar a "Matusalém".
Al
hacer recorridos en el rancho llegué a encontrar cartuchos detonados de
escopeta en las zonas donde había tenido esos avistamientos, y donde por los
rascaderos, huellas y heces suponía que era territorio de ese venado. En esos
momentos pensé que nunca más vería a ese bello ejemplar.
Fue
en la madrugada del ocho de enero, poco antes del amanecer, cuando partimos con
mi primo, casi-hermano, "Nacho", compañero de cacerías con el cual he
tenido mucha suerte.
Partimos
en mi buen caballo de hierro, "el Vocho".
Llegamos
al rancho con muy buena vibra y altas expectativas, ya que en los recorridos
previos que había hecho, había visto mucho rastro de pecarí y venado.
Así
que al llegar al rancho, acomodé a Nacho en una zona buena para el acecho y yo
seguí mi camino por el monte, al mero estilo que me gusta, o sea al rececho o
‘campeando’.
Caminé unas dos horas aproximadamente, tiempo en el que solo vi rastros, hasta
terminar en la zonas del territorio de "Matusalém".
A
las 9:45 AM aproximadamente subí una loma con vegetación escasa, y al voltear a
mi derecha, como a unos treinta metros, ahí estaba: le salía medio cuerpo de un
matorral y me volteaba a ver completamente inmóvil. ¡Igual que la primera vez
que lo vi!
Llevaba
al hombro mi rifle Winchester modelo 70 calibre .243. La adrenalina fluía como
en pocos momentos; sin embargo, hice el movimiento de encare, con el animal dándome
el tiempo de apuntar y quitar el seguro. El cola blanca parecía como disecado. Apunté al codillo y disparé.
Al disparar vi que el ciervo hizo un extraño,
como reparando, y salió corriendo, faldeado hacia la barranca donde hay un
arroyo.
Cuando
corrió el cola blanca vi que hizo otro movimiento raro, como queriendo caer.
No
pude seguirlo inmediatamente, porque nos separaba una barranca con mucho monte
de sierrilla. Por lo que tuve que rodear un poco para llegar a la zona donde se
encontraba cuando disparé.
Al
llegar al área donde se encontraba el venado cuando le tiré, me dispuse a buscar rastros de sangre, pero no los
encontré.
Entonces
comencé a a sentir frustración y miedo por perder este animal. Por mi mente
pasaba que solo lo había herido levemente.
Seguí
la ruta que tomó el animal, con la suerte de que el monte no está muy
cerrado en esa zona; después de unos cincuenta metros de caminar sin ver sangre,
escuché ruidos a unos ochenta metros; y fue en ese momento cuando vi cómo el
animal se echó muy cerca del arroyo, de espaldas a mi, aun con la cabeza
levantada.
Lo
metí en la mira nuevamente, previo comprobar que se trataba del mismo animal. Como
veía que aún no estaba muerto, decidí apuntarle al cuello y le solté el segundo
tiro, viendo cómo luego de la detonación quedó el venado tendido en el suelo.
Fue
uno de los momentos más emocionantes y felices de mi vida.
Al llegar a ver de cerca tan bello animal,
disfruté contemplarlo por unos quince minutos. Luego tomé algunas fotos de cómo
quedó y lo preparé para cargarlo.
No
tengo mucha experiencia aun en la edad de los venados, pero yo calculo que el
venado tenía unos cinco años y pesaba unos cuarenta kilos, tratándose
definitivamente un macho adulto.
Durante
mi regreso, aprovechaba cada descanso para tomar fotos del animal, admirándolo
en diferentes escenarios de su hábitat.
Llegué
por fin con "Nacho" a compartir las emociones vividas. Tomamos varias
fotos antes de colgarlo y nos tomamos unas cervezas para festejar.
Comenzamos
a pelarlo con cuidado en el mismo rancho, ya que pienso inmortalizar con
taxidermia a "Matusalem" en mi casa.
Al
pelarlo, salieron las dos balas del .243 y una posta del 0 de algún cazador que
no corrió con la misma suerte que yo.
Despiezamos
la presa y pasamos con un amigo carnicero a que terminara de preparar la carne.
No dejamos pasar el tiempo y marinamos las
costillas y después las comimos asadas al estilo "tupitina" (lugar
donde me pasaron la receta).
Por
último, nos juntamos con mi familia y la de "Nacho" para hacerle los
honores a "Matusalem" y valorarlo con cada pedazo de carne y bocado al
máximo.
Por
la noche continuó el convivio con amigos y primos, cerrando así una cacería de
ensueño que quedará por siempre en mis memorias.
Este
ha sido mi mayor logro en la cacería, con la satisfacción de hacer todo siempre
dentro del marco legal establecido por la ley de conservación de la vida salvaje, llevando a cabo la
ética en el tiro y el calibre utilizado.
Definitivamente no es el venado más grande, ni
más viejo ni con las astas más bellas que haya yo visto por estos rumbos. Pero
sÍ es un gran premio a la perseverancia y persistencia por cuidar la zona del
rancho de personas sin conciencia, que muchas veces matan por negocio y manchan
y derrumban la practica cinegética responsable.
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