¿Sabe qué
resulta paradójico, contradictorio, hipócrita, esquizofrénico, irónico, falso,
doble moral, inaudito y ridículo? Yo les digo qué: la falsa dicotomía que
conforman pesca y caza y lo que provoca en la gente. ¿Por qué? Porque la pesca
y el pescador no son objeto de la ignominia y el escarnio. Al contrario, son
figuras encumbradas, reconocidas y respetadas entre los hombres y las mujeres.
Yo en lo personal respeto la actividad de la pesca y elogio al pescador,
también. ¡Todos lo hacemos! Si tenemos comisiones de pesca tanto en la Cámara
de Diputados como en la de Senadores. Aceptamos de tal forma a esta actividad
como parte de nuestra realidad cultural, social, económica, política e
histórica que cuando alguien posa sonriente y con el torso bronceado y desnudo—
en el caso de los pescadores varones y las pescadoras más atrevidas—junto a un
pez vela, o un guachinango o un marlín o un dorado, muerto, nadie se siente
alterado o furioso al contemplar dicho retrato. De hecho, durante las
vacaciones de Semana Santa, las fotografías de pescadores presumiendo sus pescados proliferan en redes sociales
como Facebook e Instagram sin causar mayor revuelo o un patatús colectivo y
cibernético o, en su defecto, la ira popular titánica y descomunal. Nadie llama
asesino al que pescó una barracuda o un atún. Mucho menos lo llaman cruel,
despiadado, hijo de puta o cabrón. No. Pero al cazador sí. Al cazador que se
atreve a subir una fotografía posando junto a su pieza abatida sí le caen
hordas de furibundos y mentecatos verdes a lanzarle por medio de redes sociales
mordidas, arañazos, plomazos, martillazos, golpes, gargajos, mentadas de madre,
en cantidades abrumadoras y similares a tormentas perfectas comprendidas por
lenguaje soez y demás formas de violencia verbal. ¿Por qué? ¿Por qué los
cazadores sí sufrimos vilipendiados y agraviados la cólera verde? ¿Qué los ciervos, patos, osos, leones, elefantes,
codornices, winifánfanos, faisanes, borregos silvestres, leopardos, antílopes y
demás son menos seres vivos que los salmones, los robalos, las langostas, los
nopales, o las almejas? ¿De verdad es más cruel abatir un animal de un disparo
certero en el corazón que jalarlo, con un anzuelo incrustado en el hocico,
mientras lucha en contra de su vida, durante horas, hasta una superficie en la
cual si no muere golpeado a batazos en la cabeza, muere de asfixia o ahogado?
Se las dejo de tarea.
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