Andrés
Santos Schroeder
La caza es
un actividad tan antigua, que para indagar acerca de sus inicios nos tenemos
que remontar al principio de la existencia del hombre en la tierra. Es decir,
la cacería existe desde que el ser humano ha subsistido en este planeta. Aunado
a lo anterior, vale la pena recalcar que los procedimientos para cazar no han
cambiado mucho desde entonces. Sin embargo, debido a que la inteligencia del
ser humano y su practicidad se han desarrollado de forma descomunal desde su
evolución hasta estos días, en la actualidad las armas que se emplean para
cazar, por ende, también han evolucionado, se han modernizado y vuelto más
efectivas.
Durante
los orígenes del hombre y la cacería, aquél cazaba con piedras y palos.
Posteriormente, gracias a la evolución, se crearon instrumentos que lanzaban
esos mismos palos y esas mismas piedras. Así como lanzas, arcos, hondas y
resorteras. Más adelante, los arcos devinieron ballestas; y más tarde se
inventó la pólvora, invención que trajo consigo el desarrollo de las armas de
fuego. Esta innovación sigue en constante transformación desde su brote hasta
el presente, a través de siglos y siglos. Esto último a causa de una sencilla
razón y objetivo: el poder matar con mayor efectividad, ya sea a un animal en
una cacería o a un adversario en una batalla.
Las armas
de guerra y de caza están íntimamente relacionadas. Muchas veces incluso
comparten una historia en común. Tal es el caso del calibre .30-06 Springfield,
que empezó como un calibre utilizado únicamente dentro de un contexto bélico, y
hoy en día no se utiliza en la guerra, pero es el más utilizado por cazadores
en el mundo.
No
obstante lo arriba mencionado, infiero pertinente mencionar que actualmente
cazar con arco es una moda que ha venido cogiendo fuerza y presencia en el
mundo. Probablemente en los Estados Unidos de Norteamérica la caza con este
instrumento sea más popular que con rifle. Pero al final, sin importar el tipo
de arma que se emplee para abatir una pieza, el trabajo más importante a
realizar por éstas es matar de la manera más eficaz y rápida posible a lo que
se esté apuntando. Por ello las armas son parte fundamental de la cinegética;
sin importar que sean de fuego o no.
Una muerte
rápida y certera siempre será más humana que una dolorosa y prolongada.
Esto no
quiere decir que las armas que se utilizan para la guerra y las que se usan
para cazar sean las mismas. Por ejemplo, la armas de uso deportivo no disparan
ráfagas de balas, ni son automáticas. La acción de los rifles que se utilizan
para cazar suele ser de repetición o de doble cañón. Ninguna arma deportiva
puede cargar más de cinco tiros en el cargador, lo que hace infinitamente más
complicado el abate que si se usase una automática con capacidad de disparar
decenas de tiros en cuestión de segundos. Las armas de uso cinegético no son
fabricadas para matar hombres, y esta es la principal diferencia entre éstas y
las armas de uso exclusivo del ejército y demás fuerzas armadas.
En el
calibre y tipo de arma que se utiliza para la cacería reside una buena cantidad
de ética deportiva, de valores especiales que compartimos los cazadores.
El cazador
debe escoger, dependiendo la pieza que pretenda cazar, un calibre que mate sin
causar sufrimiento, ni destrozos. Para esto también es fundamental la destreza
y la habilidad, pues para que se dé una muerte humana se debe colocar el tiro de forma exacta. De resultas, se
insiste en la importancia de las armas en esta materia.
Las armas y las
herramientas marcan el inicio de la técnica humana. La caza constituye el punto
central de los rituales y la magia primitivos en casi todas las culturas
humanas originarias; desde el punto de vista de nuestra especie como cazadora,
matar significa también vivir (B.E.Erget, 2000).