León F. Castant
La caza es y ha sido parte de la
historia entera de la humanidad. Tan vieja como el hombre mismo, el arte y
oficio de cazar, con toda obviedad llevó al hombre al desarrollo de
herramientas, estrategias nuevas de supervivencia (como el usar las pieles de
otros animales para hacer ropa, o arcos de sus tendones, o herramientas de sus
huesos), es más, me atrevo a decir que sin la cacería y el consumo de carne
quizás nunca hubiera evolucionado el hombre como tal.
http://www.nature.com/scitable/knowledge/library/evidence-for-meat-eating-by-early-humans-103874273
http://www.nature.com/scitable/knowledge/library/evidence-for-meat-eating-by-early-humans-103874273
El hombre ha sido cazador y
recolector por más largo tiempo que agricultor. Millones de años, si incluimos
nuestros antecesores homínidos directos. Fue la cacería la que nos llevó a
domesticar al amigo más fiel de la raza humana, el perro, como pepenador de
nuestras sobras de caza primero, como compañero de caza después.
http://news.psu.edu/story/317201/2014/05/29/research/domestication-dogs-may-explain-large-numbers-dead-mammoths
http://news.psu.edu/story/317201/2014/05/29/research/domestication-dogs-may-explain-large-numbers-dead-mammoths
Con su nuevo compañero, el perro, el
hombre comenzó a crear estrategias cada vez mas complejas para cazar animales
cada vez más peligrosos.
http://www.jstor.org/discover/10.2307/3629738?uid=3737952&uid=2460338175&uid=2460337935&uid=2&uid=4&uid=83&uid=63&sid=21103839810441
http://www.jstor.org/discover/10.2307/3629738?uid=3737952&uid=2460338175&uid=2460337935&uid=2&uid=4&uid=83&uid=63&sid=21103839810441
El perro le enseñó a la humanidad
sobre la domesticación, y le dio el conocimiento para repetir el proceso con
otras especies, llevando a la especie humana a la revolución del
Neolítico, al
desarrollo de la agricultura y las primeras urbes y civilizaciones.
Domesticamos al Aurochs
http://en.wikipedia.org/wiki/Aurochs Y la carne se volvió abundante para
la especie humana.
Menos y menos hombres a los largo de
los siglos tuvieron que tener la tarea de cazar al animal con sus propias manos
para alimentarse de él. De rastrearlo en el monte a pie por horas y días. De
entender como llegó esa carne a su plato. Comer carne se volvió mas fácil. La industrialización de la
carne dejó esa responsabilidad en manos del granjero y el carnicero, y cada vez
más en las manos de las máquinas. Los demás sólo la consumen, ignorando
consciente o inconscientemente cómo llegó ese suculento corte a su mesa.
Al hombre urbanizado se le separó de
experimentar la naturaleza como se hace en la caza. Seguir un rastro; entender
el movimiento del animal; saber qué plantas le gustan, o qué lugares; voltear
al horizonte y saber cuántas horas buenas de sol quedan; tratar de crear
estrategias, buscar ángulos, caminar contra el viento, usar camuflaje, o
escondites, así clml aprovechar las partes de carne de la presa, una vez cazada
ésta, con las manos y un cuchillo.
Pero el cazador no está libre de
culpa. Sin restricción alguna, y principalmente por dobletear como comerciante
de dichas partes animales, la caza irrestricta es directamente responsable de
la desaparición de incontables especies. Esto es un hecho innegable. Al hombre le tomó miles de años entender que sólo se pueden recoger de la naturaleza un número determinado de especímenes. Demasiadas especies sucumbieron ante la voracidad y habilidad de la caza humana, antes de que se llegara a la epifanía del balance natural.
Solamente algunas de nuestras
sociedades primigenias comprendieron el delicado balance de la naturaleza,
muchas de las cuales fueron aplastadas en la época moderna al chocar con el
hombre industrializado, que reacio, se niega a ver lo obvio: si no protegemos
al ambiente, podemos causarle un daño irreparable a la flora y fauna mundial.
Los estragos del calentamiento global son claros ya.
https://www.sciencenews.org/article/climate-change-may-bring-dramatic-behavior-shifts
https://www.sciencenews.org/article/climate-change-may-bring-dramatic-behavior-shifts
Los verdaderos enemigos del restante
de la naturaleza no son los cazadores, amantes natos de ella en sí, conscientes
de la necesidad de regulación en la materia, sino los desarrolladores sin escrúpulos,
las grandes mineras y taladoras industriales, destructoras de los ecosistemas
que permiten la caza en un primer lugar.
Por ignorancia, malicia, apatía o
falta de relevancia tanto en la agenda política como en la jurídica, se
desprotege a recursos naturales con legislaciones prohibicionistas y corrupción,
y sobre todo poca transparencia en el actuar de la autoridad.
El cazador de esta época moderna
debe ser el mas ferviente defensor de la naturaleza. Debe reencontrar el lugar
que tiene el hombre en balance con la tierra y sus animales. Debe empujar por
mayor protección a los ecosistemas nacionales y mundiales. Tomar su
responsabilidad como eje alterador de la naturaleza debe ser su tarea, pero
como reparador del daño hecho por las generaciones previas.
Cazar no es sólo tirar, es
conectarse a la naturaleza y comprenderla. Es apreciar. El cazador no debe ser
sólo un tirador de dianas, debe ser un guardián.
Debe comportarse de acuerdo a un
piso mínimo de principios básicos naturales. Responsabilidades evidentes para
el observador de la naturaleza tienen que ser algunas como respetar las
temporadas de crianza de las especies, proteger el ambiente de la urbanización
y su inminente destrucción, respetar los limites de caza y verificar su
eficacia en proteger a la especie en cazada; frenar la expansión urbana,
ganadera y agrícola, a menos que sea sustentable al ecosistema, por sólo
mencionar algunas.
Sólo asumiéndonos como verdaderos
protectores del mundo que hemos heredado, podemos los cazadores tener sentido
alguno en este joven milenio. Durante diez millones de años nuestros
antecesores pre-hominidos cazaron, pescaron y recolectaron este planeta. ¿Sobreviviremos
nosotros a los siguientes mil?
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