Dr. Stan Mendoza
Voy con la emoción al tope desde mi traslado a Guadalajara por varios motivos...
El primero: vamos a festejar el cumpleaños a mi hermano y compañero de varias cacerías. Le dicen "Pancho".
El segundo: a darle inicio formal a la temporada de cacería.
Como una tradición con mi hermano, desde hace 6 años vamos a una UMA en Capilla de Guadalupe, Jalisco, a las no tan populares gangas.
No cualquiera tiene el gusto de dar esas caminatas tan extensas en forma de 'peine'—cuando vas en grupo—, por más de cinco horas con las botas mojadas, recorriendo aproximadamente 15 a 25 kilómetros de planicies de yerbas que dan a la rodilla, en partes con espinas, lluvia, lodaceras y cruces de arroyos, para sólo tener suerte de ver algunas cuántas y si hay mucha suerte y habilidad, lograr tumbar hasta una docena de ellas, las gangas.
Entonces, ¿dónde está lo bueno?
Es algo complicado de transmitir, ya que en mi caso se juntan factores que me llevan al júbilo por esta cacería.
Recuerdo la primer vez cuando fuimos con el buen David Marin (buen amigo, excelente taxidermista, guía de buenas expediciones de patos y gangas y dirige el aprovechamiento de algunas umas de la región). En aquel año no tenía aún mis armas; me las prestaba mi hermano. Yo en en ese entonces casi no sabía de tirar con escopeta al vuelo... corrijo; era de esos que sabía tirar, pero con muy poca efectividad (“bueno pa' tirar, malo pa' pegar", tiré como setenta tiros y sólo obtuve cuatro gangas). Ese año fue muy bueno en esa UMA, pues entre siete tiradores que fuimos conseguimos unas treinta y cinco gangas en total.
Conocimos a una familia que después de esa cacería se han hecho grandes amigos y se han forjado muy buenos lazos entre nosotros.
Al siguiente año volvimos ya coincidiendo a propósito con la misma familia, corriendo nuevamente con mucha suerte en encontrarnos varias de estas complicadas gangas a tiro.
Esa vez logramos cincuenta cobradas, entre ocho tirafores, siendo el mayor número de aves que hemos tumbado en los años que hemos ido.
Asi se ha repetido hasta la actualidad, a veces con nuevos amigos, pero cada año con mejores perspectivas en lo que a mi habilidad al tirar respecta, ya que en los últimos años me he conseguido mis propias armas y puedo practicar previamente para este evento.
La cacería de gangas en mi apreciación comienza desde esa buena vibra que se siente cuando compartimos nuestras pláticas en el camino con mi hermano, poniéndonos al tanto ambos de nuestras vidas; también cuando llegamos a este encuentro con los amigos, cuando comienza la actualizada de chistes, bromas y carrilla, después la atención que tienen los guías con uno, que le da un plus a esta experiencia anual.
Pero lo bueno, comienza después de esa tradicional torta ahogada en el campo, cuando nos enfilamos a tomar nuestros puestos, listos y preparados con nuestras escopetas para una caminata larga e impredecible, donde un potrero de unas diez hectáreas puede tener de muchas a ninguna de estas aves, que en su volar realmente ponen a prueba tu habilidad de tirador. Gracias a sus movimientos rápidos en el aire y a que en su mayoría son tiros de cuarenta metros en adelante.
Su vuelo es casi siempre hacia adelante huyendo del peine, pero en ocasiones dan vuelta, regresando a uno, pero esto es muy raro que pase.
Esa primera vez que fui, una me dio vuelta y oportunidad de tirarle 6 veces sin lograr tumbarla, pero a la misma mi hermano la bajó de un tiro cuando se le puso enfrente.
Otra de las peculiaridades de esta ave, es que cuando uno las ve caer, después de haberles disparado, el encontrarlas se vuelve un tanto difícil. Si no tomas bien tus puntos de referencia, sumando a esto que, heridas levemente pueden correr muy ágiles sin que las puedas ver por la hierba alta.
Es una cacería diferente a todas, pero sobre todo es un lazo que nos mantiene unidos en el festejo con mi hermano, año con año...