Desde
ayer ha estado circulando una fotografía en la que aparezco junto con un oso
negro. La foto ha causado molestias e indignación. Sin embargo, no puedo ni
debo disculparme por la irritación causada. En primer lugar, porque la caza
deportiva no constituye ningún acto prohibido o ilegal. Al contrario, la
cacería es una actividad regulada, legal y necesaria para la conservación de
múltiples y diversas especies de fauna silvestre. En segundo lugar, porque no
fui yo quien subió la foto a Twitter. Ni para presumir, ni para nada. Fue
alguien más que la tomó de mi cuenta privada de Facebook y comenzó a
difundirla.
La
imagen puede resultar para algunos sumamente desagradable. No obstante, de
ninguna manera puede considerársele sanguinaria o brutal. En la fotografía se
respeta al animal como presa y trofeo. No se le ve mutilado ni herido. Mucho
más cruel es marcar ganado, transportar cerdos en diminutas jaulas durante
horas en carretera, tener a cientos de pollos en repletos y sucios gallineros.
Se
trata de un oso negro, cazado en la Columbia Británica, Canadá. La población de
estos animales se estima en más de 400,000 nada más en este país
norteamericano. El estado de conservación del ursus americanus, según la Unión Internacional para la Conservación
de la Naturaleza, es de “preocupación menor”. Es decir, de ningún modo se le
puede considerar una especie en peligro de extinción. Ni siquiera amenazada. Por
ello se otorgan numerosas licencias para cazar a este tipo de oso. La caza del
oso negro genera un sinnúmero de ingresos y recursos que se destinan para el
manejo y conservación de la especie, así como para la protección de los
ecosistemas y hábitats naturales. En pocas palabras, el aprovechamiento
cinegético del oso permite que cada año existan más y más osos en Canadá.
En
cuanto al aprovechamiento de la carne de ese oso, les cuento que comí peperoni
y salchichas con esa carne. El resto de ésta se utilizó para pescar en los
fiordos donde navegábamos. La cacería consistió en navegar durante cinco días,
alimentándonos del oso y de lo que pescáramos. Existe una ley en Canadá que se
tienen que aprovechar la totalidad de los lomos y las cuatro piernas de
cualquier animal cazado. Así que eso hicimos. No desperdiciamos, ni tiramos ni
un gramo de carne a la basura.
Continúo:
Nada más el año pasado, la caza deportiva generó 350 millones de dólares en el
país de la hoja de maple. A causa de esto último, los canadienses apoyan la
cacería con enjundia, pues crea empleos, trae consigo, mediante el turismo
cinegético, derrama económica, y fortaleza la economía de su país.
Nadie
aporta tanto como los cazadores para la conservación de la fauna silvestre en
el mundo. Las organizaciones conservacionistas más fuertes e influyentes en el
mundo son lideradas por gente que gusta de la cacería y caza. Ninguna
organización anti-caza hace tanto para evitar la caza furtiva, la
sobrepoblación animal en las regiones donde se da, la explotación forestal y
deforestación masiva, como las organizaciones de cazadores.
Aquí
en México, en las Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida
Silvestre (UMAs), habitan cientos de miles de comuneros y ejidatarios que viven
de la cacería. Gracias a la caza sus vidas han venido mejorando día con día.
Además, este deporte logró evitar que se siguieran deforestando los ejidos por
arar la tierra para tener más ganado. Con el valor pecuniario que agrega la
caza a las especies con aprovechamiento cinegético se logró que la gente rural
preponderara la conservación de animales como el pecarí de collar, el venado
cola blanca, el guajolote silvestre, entre otros, sobre la expansión de sus
ganados.
Quienes
cegados por la ira y el desconocimiento despotrican contra la cacería, ignoran
que detrás de ésta hay un sinfín de beneficios que impactan la calidad de vida de
millones de personas que viven en la miseria, desposeídos y marginados.
Asimismo, la caza ha ayudado a que la población de muchas especies aumente de
manera impresionante.
Por
ejemplo, en los Estados Unidos de Norteamérica, país donde más se practica la
cacería en el mundo, la población de venado cola blanca en el año 1900 era de
500,000 venados; en 2013 ascendió a 32 millones; lo mismo sucedió con el
guajolote silvestre, cuya población hace cien años era de 100,000 pavos, y hoy
ronda en los siete millones. Y así con el Elk, que de 41 mil, que eran los que
existían en 1900, hoy son un millón de elks en EEUU.
En
fin, considero que los beneficios y provechos que devienen de la caza son
indiscutibles. Cualquier biólogo serio estaría de acuerdo conmigo en eso. Que
si a alguien le parece violento, entonces está en todo su derecho a no
practicarla. Pero de eso a llamar asesinos a los cazadores, creo que hay una
exageración enorme entre una cosa y la otra.
Así
las cosas, los invito a salir de la hipocresía consistente en el odio a la
sangre animal. Los seres humanos vivimos a diario del aprovechamiento animal.
En la comida, en nuestras ropas, en herramientas. Para quienes se defienden mediante
el orgullo vegetarianismo, basta recordarles que nuestro aparato digestivo dice
todo lo contrario: si se lee como este texto, dice que somos depredadores.
Los
invito a debatir el tema con argumentos e ideas. Razonemos y démosle
importancia a un tema que la merece de forma racional. No con amenazas de
muerte, hipérboles dramáticas e insultos. Debatamos el tema de forma correcta,
con tolerancia e inteligencia.
A
crear conciencia.
Te felicito por tener los conocimientos y conceptos, del importante papel que desempeña a nivel mundial la Caceria Legal, en la conservación de la Naturaleza. Saludos
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